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[Opinión] Aldo Mariátegui: ¡Francisco, ve a Lvov!
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No entiendo cómo hasta ahora el Vaticano no hace un gesto dramático frente a Putin, que está masacrando a un pueblo cristiano (los ucranianos serán ortodoxos en su mayoría y no católicos, pero son seguidores de Cristo, al fin y al cabo). El Papa Francisco hace rato que debería haber preparado una encíclica contra esta salvajada y mudarse a la frontera de la católica Polonia para recibir refugiados. Es más, Jorge Mario Bergoglio debería incluso ir ya a Lvov (Lviov), la urbe ucraniana que es la más importante de las poblaciones cercanas a Polonia, y asentarse allí, retando con su presencia moral a Putin a que no se atreva a ingresar a esa ciudad donde diariamente miles se están refugiando de su vesánica agresión. Francisco I no debería repetir el error de caer en la pasividad frente a quien rompe la paz para matar a sus semejantes y repetir así el vergonzoso papel de Pío XII (Eugenio Pacelli), que poco o nada hizo ante los matones Hitler y Mussolini, quedándose incluso silente ante el Holocausto, esa matanza industrial de seres humanos de la que estaba perfectamente enterado.
Su antecesor Pío XI (Ambrogio Damiano Achille Ratti) en cambio fue mucho más enérgico ante Hitler, pues escribió una encíclica anti nazi (extraordinariamente en alemán y no en Latín), llamada Mit Brenneder Sorge (“Con ardiente preocupación”), en 1937, y murió en vísperas de publicar una segunda, que iba a llamar Humanis Generis Unitas (“La Unidad de la Humanidad”), documento que su sucesor Pacelli prefirió cambiar por una encíclica propia (Sumi Pontificatus), donde por lo menos condena la invasión a Polonia y el racismo como doctrina política. Pero allí nomás quedó Pío XII, que como mínimo debió denunciar abiertamente la persecución a los judíos y excomulgar a Hitler, Mussolini y todos los jerarcas nazis y fascistas católicos. Dado que el 90% de Italia y más del 30% de Alemania eran católicas en 1939, esa sanción hubiera tenido un gran impacto en esos países, así como en los colaboracionistas franceses. ¡Francisco, ve a Lvov!
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