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[OPINIÓN] Alfredo Torres: “La derrota de la casta”
“Si los partidos representados en el Parlamento no hacen un gran esfuerzo de renovación y depuración, será muy rentable políticamente hacer una campaña contra ‘la casta’…”.
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Milei popularizó el concepto de “la casta” en su exitosa campaña electoral en Argentina para referirse al “establishment” político al cual enfrentaba. En el Perú, es probable que se emplee con éxito una expresión similar en las próximas elecciones generales. Si asumimos que el establishment político está conformado por los partidos que alcanzaron representación en el actual Parlamento, las perspectivas que hoy enfrentan dichos partidos y, en particular, quienes fueron sus candidatos presidenciales en 2021, son de pronóstico negativo.
Sin contar a Pedro Castillo, que está preso por atentar contra la democracia y a quien la Constitución le impide postular a la reelección inmediata, la perspectiva para quienes ocuparon los siguientes lugares en 2021 –Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, Hernando de Soto, Yonhy Lescano, Verónika Mendoza y César Acuña– no pinta nada bien para 2026.
La lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, enfrentará un juicio oral a partir de julio de este año y seguramente será un proceso largo, que difícilmente concluya antes de 2026. Entre tanto, su antivoto seguirá siendo abrumador. Podría creer que su cuarta candidatura será la vencida –lo fue para Allende y Lula–, pero debería pensarlo muy bien, porque, si se lanza en el contexto judicial que atraviesa y vuelve a perder, sería el fin de su carrera: nadie ha llegado a la Presidencia al quinto intento.
El líder de Renovación Popular, Rafael López Aliaga, ya viene sufriendo el inevitable desgaste de su gestión municipal. La aprobación a su gestión viene cayendo y difícilmente se recuperará en los próximos dos años. Si fuese candidato presidencial, sería muy fácil enrostrarle sus diversas promesas incumplidas.
El laureado economista Hernando de Soto tendrá 85 años en 2026. Es verdad que Joe Biden pretende ser reelegido con 82 y que ha habido gobernantes de edad muy avanzada, como Joaquín Balaguer en la República Dominicana, pero en todos los casos se ha tratado de políticos de larga trayectoria y una gran organización partidaria detrás. Biden, por ejemplo, fue senador durante 36 años y vicepresidente por ocho años antes de ganar las elecciones presidenciales a los 78 años de edad.
El excongresista Yonhy Lescano renunció hace un mes a Acción Popular, pero difícilmente podrá desmarcarse por completo de la mafia de ‘Los Niños’ que llevó al Congreso en 2021. Por su parte, la excongresista Verónika Mendoza no logra aún inscribir a su partido Nuevo Perú por el Buen Vivir, lo que revela la orfandad política en la que se encuentra luego de dos derrotas en elecciones presidenciales y su alianza con Pedro Castillo. Por último, César Acuña ha sido alcalde, congresista, candidato presidencial y ahora gobernador de La Libertad. Pocos como él representan al establishment político en el Perú, que hoy la mayoría rechaza.
Pero el problema mayor que enfrentan estos líderes políticos –en particular Fujimori, López Aliaga, De Soto y Acuña– es que son percibidos como aliados o neutrales frente a un gobierno altamente impopular de acuerdo con una encuesta de Ipsos preparada para Perú21Foro. La percepción popular es que Dina Boluarte se sostiene en el poder gracias a la benevolencia de los parlamentarios y que esta gentileza es producto de acuerdos bajo la mesa. Por lo tanto, la frustración que tiene la ciudadanía con la situación del país es atribuida de manera conjunta al Gobierno y al Congreso.
Si los partidos representados en el Parlamento no hacen un gran esfuerzo de renovación y depuración, será muy rentable políticamente hacer una campaña contra “la casta”. El riesgo es que quien capitalice este descontento no sea un candidato que se conduzca dentro de criterios constitucionales, sino alguien que pretenda echarse abajo el sistema democrático y la economía del país con el pretexto de “refundar la república”. Los próximos meses serán claves para la construcción de alternativas serias que sean lo suficientemente atractivas como para derrotar a las opciones antisistema y, al mismo tiempo, permitan llevar a cabo luego gobiernos viables que puedan sacar al país del marasmo en que se encuentra.
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