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[Opinión] Camila Bozzo: Revolución declarada
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Castillo y Cerrón quieren emprender una revolución autoritaria y controlista, y con Francke no basta para blanquear sus pretensiones, que además han quedado cristalizadas en el mensaje a la Nación y en la composición del gabinete (conformado por apologistas al terrorismo, personajes ligados al Movadef, exguerrilleros y admiradores del castrismo). Y aunque hayan abortado sus planes de gobernar fuera de Palacio, bajo la más impúdica opacidad y a espaldas del pueblo al que dicen representar, nada indica que no le rehuirán a la transparencia en adelante mientras fraguan su proyecto autoritario.
Pretenden cambiar la Constitución para otorgarle más poder al Estado y abrir el camino para la reelección. Además, buscan incluir a las rondas en el sistema nacional de seguridad con el fin de instrumentalizarlas a favor del poder político y a la vez servirse del clientelismo patrimonial, especialmente en regiones. Toda ello acompañado de una retórica que buscará dividir a los peruanos. Un plan de claras evocaciones bolivarianas, aunque con tintes locales y con el agravante de su cercanía al terrorismo. Pero su proyecto pareciera ser poco afilado. No han caído en cuenta de que el Perú es diferente a los países que cacarean al unísono las proclamas del socialismo del siglo XXI, por algo no han podido doblegarlo en tanto tiempo. Además, las circunstancias no son las mismas que allanaron el camino para la “revolución” en aquellos países: aquí Castillo ganó a las justas, no tiene un respaldo avasallador de la población, tiene una férrea oposición en el legislativo y a unas FF.AA. incómodas.
Frente a la amenaza en ciernes el Congreso debe responder tenazmente con las herramientas que la Constitución le da. Si Castillo no se encauza y gobierna bajo los márgenes de la institucionalidad democrática (cambia el gabinete y aparta a Cerrón de la gestión gubernamental) el Congreso estaría en su legítimo derecho de hacerle frente con censuras a sus ministros o incluso la vacancia. La ventana de oportunidad no es amplia porque, una vez afianzados en el poder, se servirán de él para doblegar a sus adversarios (incluyendo congresistas).
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