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(OPINIÓN) Carlos Parodi: Crecimiento económico y calidad de vida
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El objetivo de la economía es elevar el bienestar de la población, en especial, de los más vulnerables. Además, la economía funciona dentro de un entorno determinado, con dimensiones políticas, institucionales, culturales, etc. No funciona “en el aire”, sino en una realidad concreta; por lo tanto, para que el crecimiento se refleje en una mayor calidad de vida, tienen que funcionar todas las dimensiones de manera armónica; por ejemplo, es imposible que haya más bienestar si la política no funciona bien. Y, claro, para los políticos es más fácil culpar a la economía, pero no necesariamente es así.
Existen dos canales que conectan el crecimiento con el bienestar. En primer lugar, un hecho estilizado de cualquier economía es que el crecimiento genera un aumento de la recaudación tributaria y, con ello, eleva la capacidad de gasto del gobierno; en algunos países con mayor informalidad será menor que en otros; por eso, se señala que el crecimiento económico financia al gasto público. Ahora bien, que el gobierno tenga más dinero no significa necesariamente que sea bien utilizado. Es clave que la gestión de los recursos del gobierno sea eficaz y eficiente, para que de esta manera se refleje en la satisfacción de necesidades inmediatas de los ciudadanos. Me refiero a usar mejor el dinero en educación, salud, seguridad ciudadana, etc. No en más empresas públicas ni en proyectos que no tienen ninguna rentabilidad privada ni social, sino en aspectos que mejoren la calidad de vida de todos. Por ejemplo, que los hospitales y postas públicas de todo el país tengan todos los medicamentos necesarios.
En segundo lugar, se presume que, como crecer significa producir más, entonces si se produce más, se contratarán más trabajadores; es decir, aumentará el empleo. Parece lógico, pero cuánto empleo se genere depende de dos aspectos. Por un lado, tienen que existir ciudadanos adecuadamente educados y capacitados para ser contratados por los empleadores; aquí tanto la educación como el desarrollo de las denominadas competencias blandas es clave; por otro, no todos los sectores generan el mismo impacto sobre el empleo. Algunos usan más tecnología que otros y, como consecuencia, para producir más no requieren muchos más trabajadores, sino más máquinas.
Los ciudadanos “no ven” el PBI y tampoco les impacta que los gobiernos se refugien en el hecho de que la economía está creciendo; poco o nada les importan los “grandes números”, pues lo que buscan es que se solucionen los problemas relacionados directamente con su bienestar. Si le preguntamos a cualquier persona cuáles son sus principales problemas, ninguno responderá que le preocupan las menores exportaciones o el lento crecimiento del país; lo que sí le angustia son otras cosas como el logro de un empleo adecuado, la reparación de las pistas, el tráfico caótico de nuestras ciudades, las deficiencias de los sectores de educación y salud, la inseguridad ciudadana, etc.
El gran reto de los gobiernos es conectar con la población. No solo importa lo que deben hacer, sino cómo lo hacen. Para eso, se necesita un gobierno que entregue los bienes y servicios básicos a la población con la calidad que corresponda. No puede ocurrir que, a poco tiempo de volver a las clases presenciales, existan colegios que están en mal estado. ¿Quién falla ahí?
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