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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Loco por ti”
“Tenemos la responsabilidad de ver la verdad completa. No detenernos solo en las culpas de los demás, también en las nuestras”.
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Por el tío Pedro supe, contaba Facundo Cabral, que el neurótico construye castillos en el aire, el psicótico los habita y el psicoanalista cobra la renta. Advertencia: los clínicos aseguran que todos somos un poco cada cosa, así que nadie se sienta mal. El mismo Cabral era un neurótico de marca mayor. La neurosis es la angustia por la realidad, que abruma tanto que desborda y uno reacciona agresivamente. Pero Cabral luchaba, vencía y la convertía en canciones: no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad. Luego, entre canciones, lanzaba arengas de optimismo: no estás deprimido, estás distraído de la vida que te puebla; tienes corazón, cerebro, alma y espíritu; entonces ¿cómo puedes sentirte pobre y desdichado? En cambio, la gente como uno, alivia la neurosis con tranquilizantes o sobrevive cargando la rabia contra los demás. Lo de la psicosis es otra cosa, más grave. El caso típico es el esquizofrénico, que tiene varias personalidades, como el loco de manicomio que se cree Napoleón. El trastorno es brutal, quien la sufre vive varias realidades, como si tuviese dentro varias gentes, cada una con mundos distintos, con pensamientos distintos.
Este 11 de septiembre los chilenos recordaron los 50 años del golpe de Pinochet contra Allende. Sigan sabiendo ustedes que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! Fue el mensaje del presidente por radio, atrincherado, cuando todo estaba perdido. La aviación bombardea el Palacio de Gobierno, Allende se mata o lo matan, se decreta estado de sitio y se habilita el Estado Nacional de Santiago como centro de detención y tortura. Vendrían 17 años de dictadura con 3,000 asesinados. Allende se convirtió en mártir de la democracia, con monumento en la Plaza Constitución. En 2017, un senador pidió que, frente al monumento, se levantase otro para Pinochet. Ocurre que el golpe impidió que Allende siguiera destrozando la economía chilena (Juan Ramón Rallo). Quiso estatizar todo, llegó a concentrar el 40% del PBI, pero iba por más: minería 85%, transporte y electricidad 100%. La producción empezó a caer. El trigo, base de la alimentación, por ejemplo, cayó en 40%. Simultáneamente, sin más ingresos fiscales, aumentó salarios y pensiones de funcionarios públicos para contentar a su clientela política. El déficit fiscal acumulado en sus tres años de gobierno llegó al 70% del PBI, más del doble de lo que el Chile actual ha acumulado en 30 años. Como ningún banco le prestaba, cubrió el déficit imprimiendo billetes sin respaldo. Obvio, se produjo una inflación que llegó al 600% anual. Los salarios, aunque se aumentaron varias veces, redujeron su capacidad de compra en 33%. Los precios controlados se multiplicaron por 25 en la lista oficial y por 10 veces más en el mercado negro. Carestía, hambre, frustración y huelgas contra el mismo Allende.
Aunque Allende sea un mártir de la democracia, seguirá siendo uno de los peores presidentes de Chile, porque empobreció al pueblo que tanto amaba. Aunque Pinochet sea un salvador de la economía chilena, sus crímenes contra la vida no serán menos graves. Al conmemorar el golpe, Chile solo ha recordado a sus mártires. En parte hace bien, porque ninguna muerte debiera ser olvidada y ningún crimen debiera ser ocultado. Pero hace mal porque renuncia a entender por qué pasó. En estas situaciones de barbarie, se elige aquella parte que hace peores a los demás, como si eso aliviase nuestro dolor. Pero para que la historia enseñe futuro, debe ser comprendida en toda su complejidad. He escrito de Chile, en verdad, porque resulta menos difícil que hablar del Perú, porque nosotros también tenemos esquizofrenias mayúsculas: Sendero, informalidad, economía criminal, corrupción. Tenemos la responsabilidad de ver la verdad completa. No detenernos solo en las culpas de los demás, también en las nuestras. Tratar, sobre todo, de entender por qué pasó. Recién, entonces, jurar que nunca más.
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