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[OPINIÓN] Carlos Parodi: “Volver a creer para crecer”
“En las sociedades con alta calidad de vida funcionan tanto el mercado como el Estado, tanto el sector privado como el público”.
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De un tiempo a esta parte se viene profundizando la baja credibilidad en las instituciones. Vean cualquier encuesta o escuchen a quien deseen y en algo existe coincidencia: no se cree en ninguna autoridad. Ya casi no importa si hacen bien o mal las cosas; simplemente no se cree. Y si no se cree, no se invierte; como no se invierte, no hay crecimiento económico ni mayor empleo ni reducción de la pobreza.
Lo que está más claro que nunca es que la política influye en la economía; y ahí, en la política, radica la nula credibilidad. No voy a caer en el deporte de buscar culpables como si eso arreglara algo. Aquí no se trata de culpar a unos o a otros, pues hace tiempo no creemos en los políticos —no importa si son de derecha o de izquierda—; el problema es que no confiamos en nadie ni en nada y, en ese contexto, es imposible que progresemos como sociedad.
Los países exitosos son aquellos que brindan altos niveles de bienestar a todos sus habitantes. Todos gozan de un alto nivel de confianza interpersonal. Entonces, todo fluye. El gran reto que tenemos como sociedad es volver a confiar, si es que alguna vez lo hicimos.
Lo que pasa es que la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta. Y esa realidad se caracteriza por una desconfianza casi total. Entonces, nos dedicamos a insultar y a agredir a todos aquellos que piensan diferente. No somos una sociedad deliberante en la que el debate alturado y basado en evidencia empírica nos lleve a lo más cercano a la verdad. La mitad quiere convencer a la otra mitad y, si no lo logra, entonces la insulta. No nos damos cuenta de que así nos alejamos más unos de otros.
La cooperación puede hacer en economía que 2 más 2 sea 5. El conflicto hace que la misma suma sea 3. Más aún, cuando ocurre una coyuntura desfavorable como el fenómeno de El Niño, no somos capaces de unirnos para enfrentarlo mejor; los gobiernos parecen grupos de amigos. Al final, los únicos perjudicados son los más vulnerables.
En las sociedades con alta calidad de vida funcionan tanto el mercado como el Estado, tanto el sector privado como el público. ¿Cómo así? El mercado produce riqueza y beneficia directamente a través de buenos empleos a aquellos que tuvieron la suerte de estudiar, entre otras ventajas que les brindó la lotería de la vida. El Estado cobra impuestos y con el dinero invierte en aquellos que no se pueden integrar tan fácilmente al mercado a través de una educación de calidad, salud de primer nivel, seguridad ciudadana, acceso a agua potable y desagüe, etc. Son sociedades libres de corrupción. No se busca lograr cosas con trampa, sino que se espera el turno. Son Estados que usan bien el dinero que tienen en beneficio de todos. Tienen buenos gobiernos.
Nuestra pregunta es ¿cómo hacemos para que el entorno dentro del cual funciona la economía sea conducente a elevar el bienestar? Cada cinco años creemos que lo logramos en una elección para luego desilusionarnos. Es historia vieja. Para desarrollar debemos crecer y reformar, pero, por encima de todo, volver a confiar.
Lo que rodea a la economía es tan importante como la economía misma. Aquí también juega la situación de la economía mundial, que ahora no es tan favorable para el Perú. Factores externos explican gran parte de la inflación por la que estamos atravesando, felizmente ya en disminución. Mientras tanto, se requiere compensar a los más vulnerables. En épocas de crisis, el pragmatismo es la mejor ideología.
Necesitamos mejores instituciones y aumentar el capital social, que simplemente se refiere a la confianza, tanto interpersonal como a aquella que tenemos en nuestras instituciones. Es urgente volver a creer para crecer.
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