Antes de que las mitologías inventasen dioses para todo, de que aparecieran las religiones con sus dioses verdaderos y que uno de ellos redujera a las mujeres a una costilla, antes de todo eso, ellas eran las únicas diosas sobre la tierra. Al principio solo se cazaba y recolectaba. Luego, con algo de abundancia, hubo tiempo para que los ancianos contaran historias, los brujos ensayaran hechizos y los artistas pintasen cavernas. La primera escultura fue la de una mujer: la venus de Hohle Fels (Alemania, 45,000 años), aunque más famosa es la de Willendorf (Austria, 27,500 años). No son venus esbeltas, sino gordas en extremo, con senos y vulvas enormes; la fertilidad era lo más sagrado. El centro de esa religión temprana fue la mujer. Con el tiempo, la recolección fue sustituida por la agricultura y la caza por la ganadería, apareció una superabundancia y de la manada pasamos a la tribu, a la sociedad y al Estado. El sobreproducto fue el nuevo dios y lo controlamos los hombres. Las mujeres dejaron de ser diosas y las marginamos. Desde entonces luchan por recuperar equidad. Cada 8 de marzo, en memoria de esas luchas, se hace un inventario de mujeres extraordinarias, pero son las excepciones que confirman que el mundo sigue siendo solo de los hombres.