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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Segunda lectura, segunda”
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La isla Del Gallo no está en medio del mar; la separa del continente el río Rosario, que es un brazo delgado del río Patía, al desembocar en la bahía de Tumaco, al sur de Colombia. Era 1527, hacía tres años que Francisco Pizarro había iniciado la conquista del Perú. La tropa se le sublevó, harta de pelear con los nativos locales, el Perú todavía quedaba lejos. Fue entonces que, según los cronistas, Pizarro traza una línea en el suelo: “…por este lado se va a Panamá, a ser pobres; por este otro al Perú, a ser ricos”. Más de cien regresaron, solo quedaron con Pizarro unos pocos, inmortalizados como los “trece de la isla Del Gallo”. Juan Lepiani les pintó un cuadro en 1902. Hoy es una de las joyas del Museo de Historia en Pueblo Libre.
En los libros escolares, el capítulo que seguía en la historia era el de la captura de Atahualpa. Imaginé que los primeros conquistadores habían sido Pizarro y esos trece. Epopeya porque, siendo tan pocos, habían logrado vencer a un ejército de 30,000 hombres. ¿Fue esa una humillación que nos acomplejó desde muy temprano? Pero la historia no fue así. Lo de la isla Del Gallo fue una terquedad de Pizarro. A los cinco meses tuvo que regresar a Panamá. La captura de Atahualpa fue en 1532, cinco años después. Para entonces, Pizarro tenía 62 hombres en caballería, 106 en infantería, 4 cañones, 12 arcabuces y un ejército B de nativos aliados y esclavos africanos. Esa fue la fuerza militar que derrotó a una guarnición de 400 hombres de infantería, que era la que acompañaba a Atahualpa en Cajamarca. El resto de su ejército estaba fuera de la ciudad. Así, con el ardid de una emboscada y con mayor potencia de ataque, la conquista ya no sabe a tanta humillación.
Hace falta volver a leer para comprender los acontecimientos. Ahora mismo, el desmadre que vivimos se lee como dictadura. La presidenta lo es por la Constitución, pero cuestionan su falta de legitimidad, no la quieren y la llaman asesina. El Congreso nombra al defensor del Pueblo, que es quien es, pero se cuestionan sus méritos y un pasado que lo condena. Siguiendo esa lógica, Pedro Castillo tampoco habría sido presidente. El Congreso aprueba leyes que no gustan y coloca a cargo de instituciones públicas a quienes piensan como la mayoría que lo controla. Se cuestionan las leyes y nombramientos porque van en sentido contrario al que quisieran. Dicen que hay copamiento de poder y, para corregirlo, exigen adelanto de elecciones. Preparan marchas y tomas de carreteras para exigirlo mejor. Pero hasta hace poco brindaban por el cierre del Congreso anterior y nada asegura que el que se elija, con o sin adelanto de elecciones, sea mejor.
Llevamos años en esta dialéctica estancada, en la que todos gritan y nadie escucha. Sin embargo, una segunda lectura pone luz. Alberto Vergara y Rodrigo Rivadeneira han publicado “Perú: el peligro de una democracia sin poder” (Journal of Democracy, mayo 2023). 1er dato: el poder se ha fraccionado; en 2001 Toledo y García, los dos primeros en pugna, alcanzaron el 62% de los votos; en 2021 Castillo y Keiko apenas alcanzaron el 32%. 2do dato: de los últimos diez presidentes, siete nunca habían ganado una elección para ningún cargo; fueron improvisados o, en el mejor de los casos, amateurs. 3er dato: el sistema electoral promueve que los partidos políticos sean licencias para participar en las elecciones; no tienen conexión con la sociedad y, sin posibilidad de reelección, los políticos piensan más en sus financistas que en sus electores. Entonces, la bronca no es entre derecha e izquierda; es más fundacional. Tenemos que inventar nuevos partidos políticos, que se alimenten de la sociedad y que, por eso, puedan proponer y programar soluciones; que se deban a sus electores y les rindan cuentas; y que se preparen para gobernar, para que los elegidos sean profesionales en el servicio público. Entonces, habrá que dejar vanidades y especulaciones para asumir estos retos, porque, sin ellos, el futuro será un infierno por falta de democracia, para todos, sin ideología que salve.
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