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[OPINIÓN] César Luna Victoria: ¿Y qué queda luego de tanta protesta violenta?
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Digamos que Pedro Castillo ya fue. Pero ¿quién viene? ¿La vicepresidenta Dina Boluarte? Y, si es ella, ¿se queda hasta el 2026 para terminar el periodo presidencial o convoca a elecciones como presidenta de transición y se queda solo un año? Y si no es ella, ¿será la presidenta del Congreso María del Carmen Alva o será quien la reemplace? Y las elecciones que vendrán, ¿serán sólo para presidente o también para renovar a congresistas? Y quien sustituya a Castillo, ¿cómo gobernará, quiénes serán sus ministros, qué plan de emergencia tendrá? Algunas lecciones de este desbarajuste.
La primera es que sin conocimiento, experiencia ni un plan mínimo se genera un desmadre de gobierno. Sin embargo, con alguna excepción, eso es lo que hemos venido eligiendo. No vale la excusa de que eso era lo que había, siempre el mal menor, porque si el sistema electoral falla al punto de ofrecer opciones malísimas, la lógica manda que debe ser reformado. En efecto, de nada sirven nuevas elecciones para seguir con más de lo mismo, o peor. Hay varios proyectos con consensos avanzados, pero son bloqueados por los llamados partidos políticos que son meras franquicias para alquilar al mejor postor. Con la reforma se acabaría el negocio. Quizá no sea lo más importante, pero es lo más urgente. Y, luego, a elegir mejor pues.
La segunda es la corrupción. Tenemos el clásico robo por coima, pero le han salido mutaciones. Una es la de designar ministros con serias sospechas criminales y, cuando se les expulsa, se les sustituye por malandrines iguales. Es consecuencia de la repartición del Estado. Cada grupo impone un testaferro para que, como ministro, tolere el saqueo de la parcela asignada. Otra es la destrucción de los organismos reguladores. La educación (Sunedu) y el transporte (Sutran) han sido las primeras víctimas para que se autoricen universidades bambas y colectivos informales, bajo la presión de mafias ya identificadas. En este combo hay desde violaciones constitucionales hasta delitos graves. Castillo anda comprometido y, en lo que le quede de Gobierno, seguirá regalando Estado, como cómplice o como rehén, porque esos grupos controlan los votos que le evitan la vacancia. Castillo sabe que, al terminar su mandato, le esperan investigaciones y procesos judiciales, por eso no quiere irse. La corrupción avanza, robando plata y destruyendo instituciones. Es una burla que tanto daño quede impune. Esto sí es importante y urgente.
Una última reflexión. La calle tiene necesidades para protestar. Pero el arte de gobernar es adelantarse, solucionar los problemas y, si no es posible tanto, negociar, convencer e imponer autoridad. Pero el Gobierno no hace eso. Ese desinterés rebela y despierta violencia. Toma de carreteras, saqueos y muertos a pedradas que no son de la policía. La calle ha aprendido que sólo se consiguen cosas a la bruta. Y así no es cómo se tratan las diferencias. Hay que restaurar gobiernos y autoridad. Como ve, siendo Castillo un enorme desastre, sacándolo no se acaban nuestros problemas ni llegan las soluciones. Hay una agenda política más allá de Castillo y esa es la que tenemos que trabajar y realizar. Ya estuvo bueno.
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