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[Opinión] César Luna Victoria: “Y también viene la segunda reforma agraria”
Pedro Castillo quiere una segunda reforma agraria. Pero no vendrá con expropiaciones, como la de Velasco, porque nadie las anda reclamando. Vendrá en subsidios que los gremios campesinos piden con un argumento bien inteligente: asegurar la alimentación de los peruanos. Ese derecho se ha ido forjando internacionalmente a partir de la escasez que producen las guerras. Al principio, el objetivo era garantizar la disponibilidad de alimentos y se le llamó seguridad alimentaria. Ahora se agrega la autonomía de los países para establecer cómo producir alimentos y la FAO lo llama soberanía alimentaria.
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Pedro Castillo quiere una segunda reforma agraria. Pero no vendrá con expropiaciones, como la de Velasco, porque nadie las anda reclamando. Vendrá en subsidios que los gremios campesinos piden con un argumento bien inteligente: asegurar la alimentación de los peruanos. Ese derecho se ha ido forjando internacionalmente a partir de la escasez que producen las guerras. Al principio, el objetivo era garantizar la disponibilidad de alimentos y se le llamó seguridad alimentaria. Ahora se agrega la autonomía de los países para establecer cómo producir alimentos y la FAO lo llama soberanía alimentaria.
En el Perú, la producción de alimentos la realizan principalmente la pequeña y mediana agricultura en los Andes y en la Amazonía. Son miles de unidades que ocupan gran parte del territorio y, por eso, son importantes geopolíticamente. Dan trabajo a millones de personas y por eso son importantes socialmente. Para ellas se reclaman subsidios fiscales, facilidades financieras, asistencia técnica y mejora de infraestructura. Nada fuera del guion, porque eso mismo permitió el despegue de la agroexportación de espárragos, café y frutas.
Pero Castillo promete, además, proteger la producción local, aumentando los aranceles para que los alimentos importados sean más caros. Allí empiezan los problemas, porque, al encarecer los alimentos, se presiona el incremento de salarios. Pero asumamos que este costo se paga y llega el momento en que la producción local abastece el mercado nacional tanto como se quiere. Entonces, bajarán los precios por una regla elemental de mayor oferta. Ese será el momento en que se exigirá un precio refugio para que se sigan pagando precios altos o para que el Estado compre el excedente, lo que constituye un subsidio inútil.
Para evitar ese desastre, habría que desarrollar programas para industrializar los excedentes y exportarlos, como se hace con los chips de papas y yucas. Pero si el final es exportar más, no podemos empezar incrementando los aranceles de importación ni incumpliendo los tratados de libre comercio, porque, cuando nos llegue el turno de exportar más, los países competidores nos lo van a cobrar, incrementarán los aranceles contra los productos peruanos para que sean menos competitivos. Entonces, incrementar los aranceles es una ilusión de corto plazo. Veamos otros mecanismos más eficaces a largo plazo. Nadie discute la necesidad de una soberanía alimentaria ni la de promover a la pequeña y mediana empresa agraria. Son tiempos nuevos, es verdad, pero el mercado sigue siendo el mismo.
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