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[OPINIÓN] Diego Ato Cadenas: “El policía bueno, el policía malo y la libertad de expresión”
“No se debe olvidar que la Policía, así como ha contado con pérdidas de sus integrantes en las protestas de los últimos años, también ha abusado del uso de la fuerza…”.
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Siempre se dice mucho sobre la Policía Nacional del Perú (PNP). Hay momentos para destacar a sus héroes que enfrentan los crímenes, pero también para denunciar los abusos que puedan cometer algunos de sus integrantes. Dicen que hay que respetarla —claro, se coincide como institución que debe mantener el orden público y brindar seguridad, y por aquellos buenos integrantes que la honran—. El problema es cuando el respeto o admiración se confunde con no admitir crítica y tildar de radical a quien lo hace.
En la encuesta del INEI “Perú: nivel de confianza en las instituciones del país” del periodo de abril a septiembre de 2023, se lee que un 77% de peruanos no confía en la Policía. Este resultado no es gratuito. Se entiende en un contexto en el que la inseguridad ciudadana, la criminalidad y corrupción en el Perú son serios problemas que afectan a la población y determinan gran parte de su percepción sobre las instituciones del país.
Y se entiende, sobre todo, cuando no son pocas las veces que en el país se conoce de agentes que vulneran los derechos y libertades de la población, que se ven involucrados en actos de corrupción o cuando, incluso, a su vez integran organizaciones criminales.
Por supuesto, hay que distinguir las denuncias y la crítica cuando viene justificada de aquella que proviene de un rincón cuya intención es traerse abajo a la Policía, del mismo modo que lo intentan con otras instituciones de la democracia. Hay que estar alerta de quienes son más actores del caos e intentan ocasionar mayor polarización.
Cerrado el paréntesis. No se debe olvidar lo necesario que es que periodistas, ya sean de los grandes medios o de los autodenominados independientes, y cualquier persona con espíritu cívico denuncie los malos actos de integrantes de la Policía. Es necesario admitir en una democracia las denuncias y la crítica, incluso aquella agria y de mal gusto, a propósito de la última ilustración de Carlos Tovar ‘Carlín’, en el que representa a tres personajes vestidos como policías con una descripción en cada uno de ellos: delincuente con traje de policía, policía delincuente y policía que cumple su deber.
Es peligroso en una democracia que la PNP responda con una carta notarial pidiendo una rectificación al ilustrador. Se puede estar del todo en contra de ‘Carlín’ por su enorme sesgo ideológico, pero es importante siempre velar por los derechos del individuo frente a una institución que puede ejercer el poder y la violencia.
Opiniones similares pueden tener peruanos y peruanas cuya experiencia con la Policía no es la más positiva, por decirlo de manera cordial. Por ejemplo, se entiende que para muchas personas trans la figura de la Policía u otros actores como los serenazgos municipales sean más bien de sus perseguidores, violentadores y de quienes las humillan.
No se debe olvidar que la Policía, así como ha contado con pérdidas de sus integrantes en las protestas de los últimos años, también ha abusado del uso de la fuerza y ha ocasionado la muerte de ciudadanos. Y en la pandemia hubo terribles vulneraciones a las libertades y derechos de la población ejecutadas por la Policía como órdenes del Gobierno.
El trabajo pendiente es encontrar el camino exigiendo las reformas necesarias a los políticos para que esta institución sea más efectiva en cumplir con su deber de proteger a los ciudadanos, deshacerse de sus malos elementos, pero también de luchar por una institución empática con las personas, respetuosa de sus derechos y que pueda hacer uso del sentido común.
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