El gobierno de Boluarte inició en medio de violentos incidentes que cobraron un desproporcionado número de víctimas mortales cuyos deudos aún esperan justicia. Una vez controlada la violencia extremista, el país vio recrudecer sus problemas con la delincuencia y la inseguridad ciudadana, hasta llegar a los insostenibles niveles actuales. Hasta el día de hoy, no hemos tenido un ministro del Interior o Defensa capaz de devolverle la paz a los ciudadanos y garantizar su derecho a la vida y la propiedad, mucho menos de arrestar a los prófugos del anterior régimen y sus aliados. Tampoco hemos tenido un ministro de Economía capaz de sacarnos del estancamiento y hacer crecer al país aprovechando la abundancia de nuestros recursos naturales. Tampoco un ministro de Salud capaz de poner orden en su sector, de afrontar con eficiencia el recurrente flagelo del dengue; de demostrar que aprendimos de la pandemia. Tampoco un ministro de Energía y Minas capaz de destrabar los grandes proyectos mineros, combatir la minería ilegal y cerrar esa fuga masiva de dinero de contribuyentes que es Petroperú. Y la lista continúa.