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[Opinión] Felipe Morris: El efecto Pigmalión, las profecías autocumplidas y las expectativas
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Pigmalión fue un escultor de la mitología griega que esculpió la estatua de una bella mujer enamorándose de ella esperando que cobrara vida, lo que terminó ocurriendo. De aquí nace el llamado “efecto Pigmalión” en psicología social para referirse a la influencia que puede ejercer la creencia de una persona en el rendimiento de otros. Se le conoce también como la profecía autocumplida porque las expectativas de las personas las llevan a actuar de tal forma que hace que se cumplan.
En economía también funciona el efecto Pigmalión, ya que las decisiones de las personas son muy importantes en el ámbito económico y social, donde los primeros síntomas de una percepción económica positiva o negativa puede terminar acelerando el proceso de recuperación o desaceleración de la economía. Igualmente, predicciones sobre variaciones de precios pueden afectar el comportamiento de los consumidores y ocasionar que los precios se muevan en esa dirección.
Es innegable que el comportamiento de los consumidores y los inversores se ve afectado por sus expectativas sobre el futuro. Si perciben expectativas negativas las personas disminuirán su consumo (ahorrarán en vez de consumir), las empresas reducirán sus inversiones y las instituciones financieras restringirán el crédito. Al final terminamos en un caso de profecía autocumplida. Estas decisiones, aunque tomadas en forma individual, repercutirán en el dinamismo que tome la economía y en la efectividad de las políticas públicas, ya que las expectativas se retroalimentan.
La reciente encuesta del BCR muestra que las expectativas empresariales en el país están en un nivel muy bajo, similar a los niveles a principio de año cuando enfrentábamos los problemas sociales y el Yaku. Igual ocurre con las encuestas a las personas, existe una percepción negativa sobre el futuro, lo que lleva a menor consumo y menor crecimiento.
¿Cómo romper este ciclo de expectativas negativas? La receta la conocemos: tenemos que recuperar la confianza en el país. Difícil lograrlo en un contexto donde existe un divorcio entre lo que los agentes económicos privados requieren para retomar la inversión y consumo y las políticas públicas y el funcionamiento del Congreso y de los distintos estamentos del Estado.
Los anuncios del Gobierno caen en saco roto porque ya nadie cree que tendrán un impacto positivo sobre la economía. Es necesario que el Gobierno dialogue con el sector privado (incluyendo a los micro y pequeños empresarios) y el Congreso para buscar un consenso sobre un paquete mínimo de medidas que reviertan la situación actual. Se tiene que acordar un programa consensuado que sea creíble, y que probablemente requiera un remozamiento del gabinete. De otra manera, difícilmente revertiremos este alto nivel de desconfianza que nos ha hundido en una recesión que no tiene fecha de expiración.
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