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[OPINIÓN]: Gabriel Ortiz de Zevallos: Cuando hay más énfasis que contenido, vamos mal

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¿No pudo prever la presidenta Boluarte y su equipo de comunicación que podría haber grupos opositores? ¿Puede creer que decirle inmerecidamente a una periodista que está siendo agresiva es una buena salida? ¿Cree que repetir “periodista de Canal N” genera la impresión de que es víctima de una ojeriza particular? Como asesor de comunicación, no puedo dejar de preguntarme cómo es posible que alguien en ese cargo y situación no tenga un manejo mejor planificado de algo perfectamente predecible.
¿Cree la presidenta Boluarte que le basta ser mejor que Pedro Castillo? ¿Es consciente de que su dependencia de un Congreso que difícilmente va a salir de la espiral de descrédito solo la puede jalar hacia abajo? ¿Cuál es su horizonte de tiempo para decidir y planificar? ¿Entiende que si quisiera en algún momento cambiar de primer ministro, con las señales que ya ha dado, le van a exprimir hasta la última gota en la negociación por la investidura? ¿Cómo quiere salir de su gobierno? ¿Se hace estas preguntas y otras similares?
Declarar desde Nueva York algunos distritos en emergencia y permitir que las Fuerzas Armadas salgan a las calles da varios mensajes simultáneos: (a) internamente, no hay plan, porque se hubiera hecho antes o después, no en pleno viaje; (b) a turistas potenciales les quita las ganas de viajar a Perú de puro susto; (c) en el exterior, quienes escuchen denuncias sobre uso indiscriminado de la fuerza durante las protestas, tendrán un elemento más para darle credibilidad a esa acusación; (d) a inversionistas potenciales, el gobierno de Boluarte es débil y poco organizado.
Antes de este gobierno, la presidenta ha tenido como mayor responsabilidad dirigir una de las oficinas del Reniec, presidir el Club Apurímac y realizar actividades en el Colegio de Abogados. Si bien postuló solo como vicepresidenta, su aspiración real era la de ser congresista, que se vio truncada por un trámite mal hecho por el partido. El libro Presidentes por accidente, de Christopher Acosta, señala que su involucramiento en la campaña se fortalece a partir de la primera vuelta, lo que genera molestia de quienes acompañaron a Castillo desde un inicio. Y, si bien identifica que sí hubo un momento en que se evaluó la posibilidad de la sucesión, de ninguna manera eso implicó un análisis suficiente sobre qué hacer en ese escenario. Sobrevivir fue la meta, como han señalado varios columnistas, pero eso no da para más y 2024 viene bravo. ¿Tienen conciencia de la gravedad de los escenarios la presidenta y el primer ministro? ¿Entienden que tienen que dar resultados?
En distintos momentos, desde cantar “Falsía” en un gabinete descentralizado del gobierno con el que hoy marca distancia, o su reacción frente a protestas en Perú y en el exterior, además de la innecesaria confrontación a la periodista Angélica Valdés, de Canal N, la presidenta ha recurrido a tratar de suplir con énfasis lo que no tiene de contenido. Esa es una receta indefectiblemente indigesta. Su canción favorita se titula como la percepción que deja esa estrategia.
El equilibrio político entre Congreso y Ejecutivo tiene como una de sus vigas maestras que más de 90 de los 130 congresistas ganan más del doble de lo que ganaban antes (y ganarán después). No hay manera de conseguir votos suficientes para acortar mandato. Si no fuera casi ciencia ficción, la carta más poderosa que tendría la presidenta sería su voluntad de renuncia. Solo así podría obtener de este Congreso fragmentado lo que sea para evitar una elección inmediata, única salida políticamente viable. Como 82 congresistas tienen investigaciones abiertas, es esperable que iniciativas pro (prescripción, extensión de dominio) y atropellos como el de la JNJ continúen. Ser rehén de esa dinámica le va a pasar factura.
P.D. Si la JNJ comete falta grave al hacer una invocación al Congreso, ¿qué pasa si la SBS o el BCR opinan en contra de un proyecto de ley? Instituciones son reglas claras y predecibles.