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(Opinión) Hugo Perea: Transparencia y meritocracia versus la agüita arracimada
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Hace pocos días, el secretario general de un partido político publicó en redes sociales que el gerente general del Banco Central (BCR) percibía ingresos mensuales que excedían largamente lo que gana el presidente. El tuit en cuestión era claramente tendencioso y mal intencionado. El “tuitero” hizo referencia a un mes atípico, enero, que es cuando los funcionarios del BCR reciben una bonificación anual por desempeño. Nada le costaba obtener el nivel de ingresos percibidos por el gerente general en otros meses y verificar que es un monto mucho menor.
Cabe recordar que el BCR publica información sobre las remuneraciones percibidas por sus funcionarios desde hace años en su página web (debe haber sido una de las primeras entidades públicas, tal vez la primera, en hacerlo), por lo que no hay nada oculto al respecto. El lector podrá reconocer que a esto se le llama transparencia en el manejo del sector público, algo que tantas veces los ciudadanos exigimos, con justa razón, sobre otras entidades.
También es importante señalar que el BCR sigue un esquema meritocrático para la contratación de su personal. El famoso “Curso de Verano” ha sido, por décadas, un mecanismo transparente para reclutar a los mejores estudiantes de las universidades de todo el país y ofrecerles una línea de desarrollo y capacitación profesional. Como resultado, el BCR se ha convertido en una cantera de profesionales muy preparados y destacados que han realizado significativos aportes al país en diversas áreas.
La sociedad le ha conferido una sólida autonomía institucional al Banco Central, la que blinda a la entidad de presiones políticas en el manejo monetario. Esta autonomía le otorga una gran discrecionalidad al BCR, pero limitada por su mandato constitucional de estabilidad de precios y por los mecanismos de rendición de cuentas y de transparencia que el mismo Banco Central ha implementado en estos años.
La política monetaria es un trabajo especializado que requiere técnicos de primer nivel. Los resultados en Perú han sido más que evidentes: la inflación, que erosiona el poder adquisitivo de los ingresos, en particular de los más vulnerables, ha sido 2.7% como promedio anual en los últimos 20 años. Esto es el resultado de la autonomía institucional y del trabajo de un personal altamente profesional y calificado, que debe ser remunerado adecuadamente para retener talento y alinear incentivos. ¿O queremos que la conducción de la política monetaria y la administración de más de US$75 mil millones de reservas internacionales esté a cargo de alguien que sepa más de agüita arracimada que de economía y finanzas?
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