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[OPINIÓN] Joaquín Rey: “Reformar sí, destruir no”

“Es una falacia que un séptimo retiro de los fondos de pensiones aliviaría, como argumentan sus propulsores, la situación de los peruanos en situación de pobreza”.

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Esta semana tuve un encuentro fuera de Perú con colegas economistas de diferentes países. A lo largo de nuestra conversación surgió el tema del sistema previsional peruano. El asombro de mis interlocutores fue unánime cuando les conté que, en nuestro país, en un periodo de dos años, se aprobó una seguidilla de retiros que condujeron a que se esfumara casi 50% del ahorro previsional que tomó tres décadas construir. Todos coincidieron en que se trata de un soberano despropósito que no se ha visto en ningún lugar del mundo durante la pandemia ni en ninguna otra circunstancia.
Como consecuencia de estos retiros, 2.3 millones de compatriotas se quedaron con cero soles en sus cuentas de AFP, lo que los pone en una situación de absoluta desprotección para la vejez, la etapa más vulnerable de la vida. Es decir, una política pública que hipoteca el futuro y “patea la pelota” de un problema gigante para dentro de unos años.
Pero si aprobar seis retiros del sistema privado de pensiones entre 2020 y 2022 fue una irresponsabilidad, continuar con este tipo de medidas lo sería aún más. No existe justificación alguna para ello. La pandemia quedó atrás hace mucho y, aunque es verdad que hoy existen circunstancias económicas adversas, el futuro también las traerá. Y el propósito del ahorro previsional es precisamente protegernos para esas circunstancias futuras.
Más aún, es una falacia que un séptimo retiro de los fondos de pensiones aliviaría, como argumentan sus propulsores, la situación de los peruanos en situación de pobreza. La razón es sencilla: nuestros compatriotas más vulnerables no participan hoy del sistema privado de pensiones. Estos operan en su gran mayoría fuera de la formalidad, por lo que no aportan ni a la ONP ni a las AFP, y, por tanto, no recibirán ni un solo sol de aprobarse un nuevo retiro.
Ni siquiera los menos favorecidos entre los trabajadores formales se beneficiarían de esta medida, puesto que ya se han dado seis retiros que liquidaron los fondos que habían acumulado los cotizantes de menores ingresos, por lo que hoy no tendrán nada que retirar. De hecho, según una estimación de la Superintendencia de Banca y Seguros, la mitad de los fondos que serían desembolsados de aprobarse un nuevo retiro irían al 20% de peruanos de mayores ingresos. ¿Qué clase de “política social” es esa?
Lo que sí estaríamos consiguiendo es empujar a los ciudadanos a tomar una muy mala decisión. Como afirmó el ministro de Economía, Alex Contreras, si un joven que inicia su vida laboral retira hoy S/1,000, esto significará que tendrá unos S/18,000 menos en su cuenta individual al momento de la jubilación. Una decisión que empobrece nuestro futuro, y que, además, generaría una carga fiscal monumental en pocos años, ya que el Estado inevitablemente tendrá que echar mano al erario para brindar asistencia a una enorme porción de la población adulta mayor que habrá quedado totalmente desprotegida. Es decir, estaremos creando una bomba de tiempo.
Pero, además de afectar profundamente a nuestro sistema de protección social, un nuevo retiro de AFP profundizará los graves impactos macroeconómicos que ya generaron los primeros seis retiros. Y es que liquidar los fondos previsionales priva al país de su principal fuente de ahorro, lo que encarece dramáticamente el costo de financiamiento para familias, empresas y Estado. No es de sorprender que las tasas hipotecarias hayan subido en cerca de cuatro puntos porcentuales entre 2020 y 2023, y que el costo de financiamiento para el gobierno haya subido en tres puntos porcentuales en este periodo. Así, quien diga que los retiros anteriores no tuvieron ningún impacto en la economía solo está desinformado o pretende engañarnos.
Por todas estas razones, lejos de estar discutiendo un nuevo retiro, lo que hoy debería concentrar la discusión en materia previsional es la necesaria e impostergable reforma al sistema de pensiones, para corregir sus deficiencias y consolidar sus fortalezas con dos únicos objetivos: incluir a más peruanos y mejorar los niveles de pensión. Pero será inútil reformar un sistema si antes de ello nos empeñamos en desfondarlo.
Paremos la demagogia, y empecemos de una vez a debatir una reforma integral al sistema de pensiones que asegure un mejor futuro para nosotros y nuestros hijos.
*El autor es asesor externo de la Asociación de AFPs
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