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[Opinión] José Luis Gil: Los Idus de marzo y la traición congresal
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Después de la votación de ayer que le da una victoria pírrica al oficialismo, solo nos queda recordar pasajes de la historia de la antigüedad, entre ellas, la conocida como el “Idus de marzo”, que significaba los días de buenos augurios que tenían lugar los 15 de marzo (además de mayo, julio y octubre) de aquella época. Se recordaba también en estas fechas el asesinato de Julio César (44 a.C), quien fuera emboscado a sangre fría por un grupo de senadores para usurpar el trono. Lo dramático de este episodio es que Julio César reconoció entre sus atacantes a Brutus, su protegido, diciéndole en sus últimos momentos: “tú también Brutus, hijo mío”. La historia de traiciones en el mundo es vasta. El Perú tiene la suya.
Los acontecimientos políticos de estas semanas demuestran que la oposición política tiene una inmensa dificultad para llevar ante el máximo tribunal político, el Congreso de la República, a Pedro Castillo terrones por las denuncias hechas en su contra. El mandatario debería responder a las graves acusaciones de corrupción; sin embargo, con el solo hecho de manifestar que no asistirá y enviará a un abogado, en respuesta al requerimiento de una comisión del Congreso para que declare ante ella, deja claro que éste no tiene ni el ánimo ni la capacidad para soportar el escrutinio congresal.
La pregunta que todos nos hacíamos era, pero dónde reside el poder de su negativa. La respuesta está en que existen diversos factores que influyen en su decisión de aferrarse al cargo. La arrogancia y el desprecio, que es la manera de cómo trata al Congreso de la República, se debe, en definitiva, al apoyo soterrado (y descarado a la vez) de congresistas de bancadas de la oposición, quienes ahora se sabe, se han vendido por un plato de lentejas. Mayor traición, ninguna en política.
Los “noveles” tránsfugas que emergieron de las sombras y que están en negación, han amenazado con denunciar a quienes les canten sus verdades. Ni las evidencias, videos o testimonios, como el de Karelin López, que están siendo contrastados con la realidad, logran sonrojar un poquito a quienes hoy expelen el hedor de la traición. El espíritu de Brutus que inspira a los sujetos de marras es escalofriante porque están jugando por sus intereses personales (o ideológicos tal vez) y en su infinita ambición, no miden el grave daño que le hacen al país. La historia y los ciudadanos les pasaremos factura por este crimen tarde o temprano.
Esperamos que la vergonzosa traición que hoy se revela ante nosotros no tengamos que compartirla con las futuras generaciones, al contrario, tener un “idus de marzo” para que nos dé esperanza que pronto serán conjuradas la cobardía, y que el espíritu leal de las fuerzas democráticas se levantará en unidad, y que más temprano que tarde se desalojará de Palacio todo rastro de corrupción y terrorismo. ¡Sí se puede!
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