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[Opinión] José Luis Gil: Sin luchas no hay vacancia
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En el campo de la confrontación militar, qué duda cabe de la influencia de la filosofía asiática (china o japonesa especialmente) en los grandes procesos o luchas políticas y militares en diversas partes del mundo. En el Perú, hubo quienes creyeron que, alzándose en armas y aplicando métodos inhumanos de terrorismo, justamente bajo esos preceptos filosóficos (y políticos de Mao Tse Tung), podían imponer un sistema de convivencia ciudadana que la historia ha desacreditado largamente: el socialismo.
Quienes creemos en la democracia y que palpamos que estamos entrando a una vorágine dictatorial no tenemos duda alguna de que la lucha es una cuestión relevante y de necesario aprendizaje. Por eso, es interesante leer cómo Mao arengaba a sus huestes diciéndoles: “Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a la lucha, y así hasta la victoria: esta es la lógica del pueblo”. Los seguidores de Abimael Guzmán emularon al filósofo aplicando terrorismo salvaje contra hombres, mujeres, niños y ancianos, autoridades y hombres y mujeres de bien, inocentes la mayoría de los casos. Hoy están en el poder, esa es la tragedia.
En el Perú también tenemos ejemplos de lucha, de heroísmo, de sacrificios, de derrotas y de triunfos, de persistencia, de sobrevivencia, desde nuestros propios héroes en las Fuerzas Armadas como Bolognesi, Miguel Grau y Quiñones, y en la Policía Nacional como Alipio Ponce, Alcides Vigo, Horacio Patiño y Sofía Custodio Mita, entre otros. Y esos ejemplos de peruanos valientes son nuestra inspiración en este momento que la patria nos requiere.
Por eso, debemos prepararnos para las luchas por venir, porque, conforme se vayan dando las condiciones de miseria y sufrimiento que “garantiza” el esquema socialista que nos quieren imponer, se irán agudizando los mecanismos de persecución y represión contra todos los que se interpongan en su camino. El “sancochado” ideológico del “castro-chavismo-marxismo-leninismo-mariateguismo-gonzalismo”, que no generan ni progreso ni igualdad, ya está dando sus “frutos” (represión y dictadura) en todas latitudes como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Corresponde ahora enrolarse en las marchas ciudadanas que cada día crecen en cantidad y calidad sin fijarnos en quién las organiza. Las marchas fortalecen el músculo moral de la sociedad, acrecientan el espíritu democrático, expanden la conciencia social sobre el peligro y nos obligan a arrancar de nuestro interior cualquier atisbo de egoísmo, desinterés o pusilanimidad que nos haya invadido en estos tiempos difíciles.
La única salida que tenemos los ciudadanos es luchar hasta el fin, con todo, obligando a este gobierno a renunciar (con Dina Boluarte incluida) o al Congreso a vacar o destituir al presidente para dar inicio a una nueva etapa en la vida democrática de todos los peruanos. ¡Sí se puede!
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