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[OPINIÓN] Martín Naranjo: Instituciones y reducción de la pobreza
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Las reglas de juego definen los incentivos; los incentivos, el comportamiento, y el comportamiento, los resultados. En el fútbol, por ejemplo, hubo épocas en que se jugaba sin uniformes, sin números en la camiseta y hasta sin árbitros. Digamos que, en ausencia de esas reglas, las peleas campales eran más frecuentes. Poco a poco se fueron formalizando las reglas de juego hasta llegar a las actuales. Recuerdo nítidamente cuando en el Mundial de México 70 se introdujeron la tarjeta amarilla para amonestar y la roja para expulsar. Fue toda una innovación, muy necesaria, por cierto, si tomamos en cuenta que los árbitros y los jugadores no tienen por qué compartir un mismo idioma. Un cambio más reciente, como la imposibilidad para el arquero de tomar la pelota con la mano ante un pase con el pie, ha cambiado la forma de jugar y también las habilidades defensivas necesarias. Lo mismo pasa en otros deportes: en el baloncesto, por ejemplo, no es hasta 1979 en que se introducen las canastas de tres puntos. Resulta evidente que, cuando cambian las reglas, cambian las formas de jugar.
En economía, a las reglas de juego las llamamos instituciones y son las que producen los incentivos que definen cómo es que interactuamos como sociedad. Estas reglas pueden ser formales, como las leyes que emanan del Congreso, o informales, como nuestras costumbres y tradiciones. La pregunta que debemos hacernos es con qué conjunto de reglas queremos jugar para poder resolver los problemas que más nos aquejan o más nos preocupan como sociedad.
Recientemente, hemos visto que nos hemos detenido y retrocedido en la reducción de la pobreza. No hay que olvidar que detrás de las estadísticas de pobreza hay personas y necesidades básicas que no pueden ser cubiertas digna ni adecuadamente. Lo que sabemos es que, cuando hay crecimiento, hay reducción de la pobreza y, cuando no hay crecimiento, la pobreza solo aumenta. En el registro histórico global, un crecimiento económico importante va de la mano de reducciones importantes en la pobreza. Es que con el crecimiento se generan más empleos y más oportunidades para que más familias salgan adelante. El crecimiento económico es quizá el arma más importante en la lucha contra la pobreza.
Entonces, ¿cuáles son esas instituciones, esas reglas de juego, que favorecen la reducción de la pobreza? Pues aquellas instituciones que favorecen el crecimiento. Es decir, aquellas instituciones que favorecen la inclusión, las que protegen adecuadamente nuestros derechos, las que nos brindan estabilidad, las que nos proveen de confiabilidad y predictibilidad, las que incentivan la honestidad, las que estimulan la productividad y la competencia.
Como sabemos, si cambian las reglas, cambian los incentivos; si cambian los incentivos, cambian los comportamientos, y si cambian los comportamientos, cambian los resultados. Es decir, los resultados que vemos se originan en los incentivos que como sociedad proveemos. O, como resume Steven Landsburg en El economista en pijama, “la mayor parte de la ciencia económica puede resumirse en estas palabras: «La gente responde a los incentivos». Todo lo demás son comentarios”.
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