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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Cobre: crisis y oportunidad”
“Casi el 30% de la producción nacional de cobre está siendo amenazada por la ola de movilizaciones en el sur del país”.
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Los efectos de nuestra crisis ya comienzan a repercutir en el mercado internacional del cobre, uno de los principales metales industriales. No en vano somos el segundo exportador mundial de ese metal, con casi el 11% del total mundial.
Como resultado de los bloqueos de carreteras y los desbordes de violencia, algunas de las operaciones más importantes del país, como Las Bambas (2% de la producción mundial), se han visto obligadas a suspender sus operaciones. Casi el 30% de la producción nacional de cobre está siendo amenazada por la ola de movilizaciones en el sur del país.
Estas disrupciones, aunadas a la proyección de un mayor consumo chino tras la eliminación de las restricciones por la pandemia en ese país, han generado un incremento de casi 20% en el precio del cobre. El escenario futuro resulta aún más complejo debido a la ausencia de grandes proyectos y el notable crecimiento de la demanda asociada a la transición energética.
No perdamos de vista que la fabricación de un vehículo eléctrico requiere tres veces más cobre que la de su par de combustión interna, mientras que los proyectos de energías renovables consumen seis veces más cobre que los tradicionales. Para satisfacer la creciente demanda asociada a la transformación energética, la producción cuprífera anual debe crecer casi 40%. Para ello, los flujos de inversión global tendrían que duplicarse.
Lamentablemente, lejos de aprestarnos a aprovechar esta gran oportunidad y generar más bienestar para los peruanos, la conflictividad social exacerbada e inestabilidad política extrema han hecho que dejemos de ser un destino para el desarrollo de nuevos proyectos.
No debe sorprender, entonces, que este año la inversión minera en nuestro país se contraiga y la producción se mantenga estacionaria, si acaso no retrocede. Ello a pesar de que el Perú cuenta con una cartera de iniciativas de casi $40 mil millones, que podrían duplicar nuestras exportaciones, generando más impuestos y empleo de calidad.
Para revertir esta situación necesitamos con urgencia encontrar salidas a la actual crisis política a partir del adelanto de elecciones, e instituir mecanismos de diálogo que permitan apuntalar la convivencia y paz social en las zonas mineras, a partir de un mejor uso de los recursos del canon. Solo así lograremos avanzar en el cierre de las brechas sociales, cuya persistencia alimenta la conflictividad que tanto daño le hace al país.
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