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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: Un marciano en el Perú
“La incapacidad e improvisación que se han instalado en el Ejecutivo han ahuyentado la inversión privada, estimulando la informalidad y erosionando aún más nuestra mermada productividad”.
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Si en preparación de su visita al Perú un marciano fuera a revisar nuestra data macroeconómica, quedaría sorprendido. Reservas internacionales boyantes, bajo endeudamiento público, balanza comercial superavitaria, déficit fiscal y de cuenta corriente manejables, e inflación por debajo de la media internacional. Pensaría, entusiasta, que el país marcha viento en popa. ¡Gran error!
Nuestro actual desempeño económico demuestra que el manejo fiscal y monetario prudencial que hemos podido mantener, a pesar de los desatinos del gobierno, son condiciones necesarias pero insuficientes para asegurar el crecimiento que el país requiere.
En efecto, la incapacidad e improvisación que se han instalado en el Ejecutivo han ahuyentado la inversión privada, estimulando la informalidad y erosionando aún más nuestra mermada productividad. No sorprende que la agencia calificadora Fitch califique la perspectiva futura de nuestra economía como negativa.
Las reformas emprendidas en la década del 90 nos legaron una institucionalidad macro de clase mundial, gracias a la independencia del BCR, la fortaleza de nuestra Superintendencia de Bancos y la capacidad del MEF para resistir presiones populistas (algo que le resulta cada vez más difícil asegurar).
En virtud de ello, y gracias al ciclo ascendente en el precio de los metales, nuestra economía se convirtió en la estrella latinoamericana. No solo registramos las tasas de crecimiento más altas de la región, sino que, al hacerlo, logramos mejorar las condiciones de vida de millones de peruanos. Además, la desigualdad disminuyó.
Lamentablemente, estos avances se están revirtiendo aceleradamente. El empleo se ha precarizado sin que los trabajadores hayan recuperado aún los niveles de ingresos prepandemia. La pobreza viene aumentando y en la actualidad ocupamos uno de los últimos lugares en el ranking latinoamericano del crecimiento.
Hoy más que nunca resulta vital forjar un nuevo consenso amplio sobre el rumbo de nuestro desarrollo. Urge crear condiciones que permitan impulsar la inversión y generar puestos de trabajo formales. Además, necesitamos construir un Estado más eficiente, capaz de proveer bienes públicos de calidad. De lo contrario, no será posible escapar de la trampa del crecimiento mediocre en la que estamos atrapados.
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