Los paros de transporte son medidas de fuerza que los transportistas suelen usar para exigir mejoras a las condiciones de su sector. Por ejemplo, para subir tarifas o exigir subsidios, como ocurrió en la pandemia. También son una medida de fuerza utilizada en contextos políticos y cuentan con un gran impacto, ya que los buses trasladan a la mayoría de las personas al cargar la mayor cantidad de viajes diarios.
Con motivo de la desidia y complicidad del Gobierno en torno a la flexibilidad otorgada a las organizaciones criminales, las extorsiones no solo han llegado a los transportistas, restaurantes o bodegas, sino incluso a los comedores populares. La población, harta de vivir con miedo, ha salido a protestar, y el paro de transporte ha sido un justo reclamo por la seguridad y la vida de los conductores y los pasajeros.
El Gobierno ha declarado estado de emergencia en varios distritos de la capital, a pesar del fracaso de esta medida en el pasado. Ni la Presidencia ni el Congreso están dispuestos a derogar la ley que le da pase libre a las organizaciones criminales y no hacen mucho más que cacarear propuestas sin sentido.
Distintos especialistas en seguridad ciudadana y criminalidad, como Nicolás Zevallos o César Bazán, no solo han hecho llegar propuestas sólidas para atender el problema del crimen, sino que, aunque las reformas requieran ser profundas, también hay medidas más inmediatas que pueden darse, empezando por trabajar desde la Inteligencia policial. Así, también, se ha hecho notar que estas estrategias de extorsión a transportistas ya venían ocurriendo en las ciudades del norte, pero, claro, no se les prestó atención.
Por ejemplo, sorprende ver el enorme despliegue policial y militar en el marco de protestas ciudadanas, pero el desinterés actual de sacar a la calle a efectivos policiales a cumplir su trabajo. Claro, un trabajo que no podrán hacer bien debido a los límites legislativos que nos han impuesto. Es una vergüenza.
Mientras tanto, igual nos da miedo salir a la calle, nos da miedo tomar un micro, nos da miedo ir a comprar a la bodega, nos da miedo salir al trabajo, nos da miedo ir al mercado, nos da miedo ir a estudiar. Estamos viviendo en la ciudad del miedo y es así porque no se ha tenido el interés en apoyar a la lucha contra la inseguridad, se ha dado carta libre a la corrupción y se ha despreciado a la ciudadanía. ¿Acaso se deberá volver a parar?
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