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[Opinión] Patricia Teullet: Al conducir y en la vida
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Transitar por el Perú, sea en vías urbanas y rurales, enfrentando automóviles de lujo, motos o vehículos de carga, muestra mucho de nuestro comportamiento en general:
“Si yo no puedo, tú tampoco”. Dice mucho de la envidia entre los peruanos. ¿Cuántas veces hemos visto el avance de un vehículo bloqueando un cruce, sabiendo que es imposible ir más allá, solo logrando impedir que alguien que podría cruzar lo haga?
“¿Necesitas algo que yo tengo? ¡Pues espera!”. Basta que alguien muestre que desea estacionar en un lugar que otro va a dejar para que algunos conductores, que iban a partir, decidan revisar su maquillaje o buscar una nueva estación radial, haciendo sentir su poder para ceder lo que otro necesita.
“Yo soy más vivo”. Es irrelevante que lo correcto sea cruzar por lados distintos de un cruce cuando está congestionado: después de que uno cruce en un sentido, el que sigue en ese mismo sentido se le pegará para evitar que quien viene del otro lado pase antes. Además, el largo bocinazo del tercer auto en fila nos reclamará que la cortesía es debilidad.
“A mí no me importa”. En Perú, las señales de tránsito son casi decorativas. En países desarrollados, un letrero de ‘Pare’ hará que los vehículos se detengan. Entre nosotros, es evidente que cada letrero será ignorado; por ello, se requiere añadir un rompemuelles para obligar al conductor a reducir la velocidad (ni siquiera a parar).
“Yo puedo porque el mío es más grande”. La mayor evidencia la da el transporte público que, a baja velocidad, bloquea las dos vías o acelera y cruza sin piedad a vehículos menores. Esta actitud se refleja en otros aspectos de la vida cotidiana de quien está en una situación de poder y actúa con prepotencia: desde gente adinerada, funcionarios o también vigilantes. Cambiar nuestra actitud, no solo en el tránsito, sino en la vida, es imperativo para construir una mejor sociedad.
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