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[OPINIÓN] Paul Montjoy Forti: El no de las tetas
“En los años 30 los hombres eran arrestados en Nueva York por mostrar sus libidinosos pezones; sin embargo, hoy solo las mujeres son las que todavía sufren de aquella censura social”
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En los tiempos en los que el arte clásico es considerado pornografía, el tema de las tetas resulta relevante. Hace algunos meses me encontraba escogiendo una imagen de portada para “After Requiem”. El artista Rodrigo Del Castillo elaboró un bellísimo dibujo a mano de un joven andrógino echado sobre un jardín. En el dibujo original el joven llevaba desnudo el torso. Al presentar la propuesta recibimos una advertencia en la que se nos pedía tapar los pezones del muchacho porque los inteligentísimos y todopoderosos algoritmos de las redes sociales terminarían castigando la imagen por no saber si se trataban de pezones masculinos o femeninos.
Las luchas por la liberación feminista han encontrado en los algoritmos a uno de los bastiones del conservadurismo ¿Por qué los pezones femeninos están tan sexualizados y los pezones masculinos no? No siempre fue así. En los años 30 los hombres eran arrestados en Nueva York por mostrar sus libidinosos pezones; sin embargo, hoy solo las mujeres son las que todavía sufren de aquella censura social. Parte tiene que ver la sexualización de los cuerpos femeninos a través de la mirada patriarcal que es la que aún domina gran parte de nuestras instituciones occidentales: la iglesia, los gobiernos, los directorios de las empresas de redes sociales, las academias literarias. Ver a la mujer como un objeto sexualizado, ha llevado a que, en algunos sectores, se considere pornografía mostrar una teta, así sea para amamantar un bebé (lo que debería ser considerado como algo completamente común). Mientras los hombres podemos mostrar los penzoncillos a discreción en cualquier red social, o en la calle. Las mujeres se ven obligadas a ocultar el cuerpo. El medio oriente es bastante ilustrativo al respecto. Es muy común ver hombres (y hasta mujeres) que se ofenden al ver a una mujer amamantando a su hijo en un lugar público, al verla utilizar una camiseta sin un brasier o simplemente disponiendo de su cuerpo con una discreción similar a la de los varones.
En tiempos en los que en Afganistán se les ha prohibido a las mujeres acceder a la educación y en los Estados Unidos la ola conservadora viene recortando sus derechos reproductivos, hablar de las tetas es trascendental. La ridiculez del tema de los pezones es tal que las barbies, las muñecas, no tienen pezones porque, claro, los pezones son un eminente peligro para la humanidad. El razonamiento de ocultar los pezones es el mismo que trata de ocultar la palabra ‘gay’ de las escuelas de Florida y de los Estados Unidos, que finalmente busca tener una sociedad heterosexual, macha (como los curas) y con las mujeres metidas en la cocina (No en vano el discurso de Katie Britt, la senadora republicana, en contra de Biden se realizó desde una cocina) y, por supuesto, sin pezones.
No es menester de este artículo preguntar si las mujeres conservadoras tienen pezones o no. Si la revolución francesa significó el derrocamiento del viejo régimen, La Libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix debió significar la liberación de los pezones femeninos. Hoy, esa obra de arte es impublicable en las redes sociales porque los algoritmos patriarcales así lo impiden y sería considerada pornografía en cualquier escuela de Florida. Mostrar un pezón, en este mundo de cabeza, es peor que mostrar un arma. En tiempos en los que el conservadurismo duro y puro está tocándonos la puerta y corren peligro las valientes luchas por la liberación de la mujer (y, además, la de las minorías sexuales, culturales y étnicas), hablar un poco más de las tetas y su censura (y lo que esto significa) es necesario para que no se vuelvan a encender las hogueras de la vieja inquisición.
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