[OPINIÓN] Richard Arce: “¿Quién gobierna realmente?”

La negligencia del Gobierno en el manejo de la política exterior empieza a tener consecuencias con los responsables de conducir las relaciones internacionales: ha costado el puesto de la canciller y de un embajador de carrera, quienes tuvieron que renunciar ante la irresponsabilidad mostrada en la organización de la agenda de la presidenta Boluarte durante sus periplos.

Todo un papelón para el país, responsabilidad que recae en su gabinete por el que evidentemente debe responder Otárola, quien preside las acciones de Gobierno. Por eso no era solo necesario el cambio de la canciller, en realidad se requería refrescar todo el gabinete empezando por Otárola, que no solo ha desgastado al Gobierno sino que su alto nivel de rechazo arrastra a todo el Ejecutivo en estos niveles de desaprobación.

No es gratuito que la presidenta no pueda viajar por el interior del país sin tener una manifestación en oposición a su presencia, el costo social de las víctimas civiles en las manifestaciones de inicio de año la enrostran y la interpelan poniendo en riesgo la gobernabilidad del país.

En ese escenario, la continuidad de Otárola es inviable por estar llevando al Gobierno al garete y dar la sensación de pérdida de legitimidad. Por eso no se entiende el empecinamiento de mantenerlo en el cargo de premier, si justamente es un puesto fusible y Boluarte necesita un cambio de rumbo que le dé algo de oxígeno en los próximos meses porque a este ritmo es inverosímil creer que va a llegar a 2026.

Aún más grave es que se perciba que el que tiene el poder es Otárola en desmedro de la presidenta Boluarte, esta situación acrecienta la precariedad de su gobierno porque muestra la imagen de una presidenta decorativa y a un premier que parece ser quien gobierna.

Por eso se presume que la elección del nuevo canciller González-Olaechea ha sido hecho por Otárola; la ley lo contempla, pero en política cuentan mucho las formas, sabiendo los cuestionamientos que tiene el nuevo ministro —que estuvo relacionado con el grupo de los fraudistas que no aceptaron los resultados electorales que le permitieron a Boluarte llegar al Gobierno—, quien es un negacionista del Sistema Interamericano de los DD.HH., y del Acuerdo de Escazú; y eso que no hablamos de su proximidad al fujimorismo y sectores de la DBA.