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[OPINIÓN] Richard Arce: “Vientos nuevos en Guatemala”
“Mis camaradas de izquierda creerán que “el imperio”, una vez más, estaría irrumpiendo en la soberanía de un país latinoamericano, recordando la frase tradicional de considerarnos su patio trasero”...
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Vientos nuevos soplan en Guatemala luego de la asunción de mando del presidente Bernardo Arévalo. En especial, por todo el escándalo que surgió tras su triunfo en las elecciones presidenciales, el cual pretendieron desconocer los poderes tácticos, al extremo que la propia fiscal general de la República, María Consuelo Porras, pretendió incautar las actas de votación, con lo cual se hubiese declarado nula la elección legítima de Arévalo.
La comunidad internacional se tuvo que pronunciar para denunciar esta acción ilegal y atentatoria contra la democracia. Incluso, el Gobierno de EE.UU., declaró a la referida fiscal como un “actor corrupto” por su incidencia en un proceso electoral transparente. El mensaje que envió EE.UU. a Guatemala fue determinante para decantar la situación política que vivía el país centroamericano, puesto que, desde la embajada, se informó que restringiría la visa americana a más de 300 personalidades y 100 diputados guatemaltecos por socavar la democracia, incluyendo al hijo del expresidente Álvaro Arzú, a raíz de la escandalosa intervención en el resultado electoral.
Es paradójica la acción política de EE.UU., porque Arévalo es de izquierda y seguramente hará un gobierno progresista, que se unirá a los gobiernos de izquierda en Latinoamérica. Mis camaradas de izquierda creerán que “el imperio”, una vez más, estaría irrumpiendo en la soberanía de un país latinoamericano, recordando la frase tradicional de considerarnos su patio trasero. Ahora no, hay que resaltar que EE.UU. estuvo en el lado correcto de la historia, respaldando la elección legítima de Arévalo, mostrando que puede enmendar su accionar errático que tuvo por décadas, atentando contra diversas democracias latinoamericanas, donde EE.UU. intervino groseramente para promover golpes de Estado contra gobiernos legítimos, como fue en 1954 en la propia Guatemala, con Jacobo Árbenz, acusado de comunista por la poderosa United Fruit Company UFC y cuyo mandato, finalmente, lograron derribar.
Es histórica la elección de Arévalo porque continúa la tradición democrática que empezó su padre, Juan José Arévalo, en 1944, cuando se tuvo la “nueva primavera” con la elección de un gobierno civil y democrático y que continuó Árbenz, y que permitió profundos cambios sobre todo en la propiedad y el reconocimiento del guatemalteco como dueño de sus tierras, que en ese momento usufructuaba la UFC, aprovechando la corrupción de los gobiernos militares de la época.
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