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(Opinión) Sonia Chirinos: Homenaje a mi maestro en 1,700 caracteres
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Escribir en 1,700 caracteres, lo que supuso en mi vida es difícil reto. Hablo del jurista español Tomás Vives Antón, fallecido este mes. Julio me ha arrebatado mis dos guías intelectuales: mi padre y él.
Tenía 20 años cuando lo vi aparecer por las aulas de Derecho de la facultad valenciana, sorprendiéndonos primero por la cantidad de cigarros que fumaba. Después por la forma de mirarnos mientras hablaba, deteniéndose al hacerlo, como si nos escrutara. No lo hacía: buceaba en sus pensamientos. Y, por último, porque cada frase que pronunciaba nos hacía reflexionar.
Los años pasaron. Tuve el honor de situarme entre sus primeras discípulas. Él, que ha dejado por legado a un brillante colectivo de discípulos.
Siguió avanzando la vida y con el nacimiento de mis hijos nos convertimos en familia con Candelaria, como le gustaba llamarla mi padre, su esposa. Son mis compadres.
Le rindo homenaje porque lo que soy, jueza, acérrima defensora de la vigencia de la legalidad y de los principios constitucionales, se lo debo a él. Tuve la suerte de decírselo cuando empecé a ejercer como jueza de violencia de género, materia en la que es fácil incurrir en decisiones demagógicas.
Sus libros y sentencias han contribuido a la superación del franquismo y a la consolidación del Estado de derecho en España.
Como magistrado del TC español, viajó al Perú. Describió en una entrevista la labor de contención normativa, antes que devastadora, que es la clave de su prestigio.
Ahora que ya no está y que la editorial que ha gestado la familia, Tirant lo Blanch, es un referente en el mundo jurídico hispanoamericano, es momento para leerlo. Para que nunca se vaya de nuestro pensamiento. Ni de nuestra vida.
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