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[OPINIÓN] Sonia Chirinos: “La justicia emana del pueblo”
[OPINIÓN] Sonia Chirinos: “La justicia emana del pueblo”.
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En España, la figura del jurado se introduce con la invasión napoleónica (la institución bebe de las ideas de Montesquieu), a principios del siglo XIX. Nació con una especie de esquizofrenia: se visualizó como expresión de la soberanía popular, pero al mismo tiempo su composición (terratenientes, representantes de la iglesia, nobleza) lo alejó del pueblo. Era un “juego de señoritos”.
La Constitución de 1978, a modo de exigencia democrática, impuso su regulación. 20 años tardó el legislador en acatar la orden. Y algo más, vencer el escepticismo social.
Como juez, he visto con cierta distancia la institución, que parece una rémora en la administración de justicia (ya de por sí lenta); y porque, en verdad, ¿qué significa que la justicia “emana” del pueblo? No creo que la noción y exigencias de la justicia fluyan por nuestras venas ciudadanas de forma natural y espontánea. La frase, que es de honda carga anímica, parece recurrir a un deseo más que a una realidad.
O eso creía. Tras mi reciente trabajo con un jurado de personas, elegidas al azar, he comprendido la importancia de la institución. Cuando se pone a ciudadanos de buena fe en la tesitura de decidir sobre la culpabilidad o la inocencia de una persona, he podido detectar un deseo trascendental de hacerlo bien. Lo que los convierte en juzgadores probos es la atribución de responsabilidad, y el convencimiento de la trascendencia de su intervención: nada menos que decidir, no con arreglo a sus filias o fobias, sino con imparcialidad, con sometimiento a la ley. Y, sobre todo, siguiendo muy de cerca la actividad probatoria de las partes.
No es peligroso que el pueblo juzgue. Lo peligroso es pensar que el pueblo es tonto o ciego.
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