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Óscar Naranjo: "Uno debe odiar el delito pero no al delincuente”
Es miembro del equipo del gobierno colombiano que negocia el acuerdo de paz con las FARC. Fue considerado el mejor policía del mundo en 2010.
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Luego de 36 años de una destacada carrera en la Policía, Óscar Naranjo es miembro del equipo del gobierno colombiano que negocia el acuerdo de paz con las FARC. Ha combatido la delincuencia y el narcotráfico y, además, fue considerado el mejor policía del mundo por la Asociación Internacional de Policías en 2010. Llegó a Lima y lo buscamos para que nos dé luces sobre qué hacer ante la inseguridad ciudadana.
¿Cómo pasa usted de defender a ciudadanos de los atentados a tener que negociar con las FARC?Como policía, siempre tuve la convicción de que trabajar por la seguridad de los colombianos significaba crear condiciones para superar el conflicto y que la guerra no puede ser un fin en sí mismo. La guerra es un instrumento para conducir a la paz. Por lo tanto, cuando me llamó el presidente, Juan Manuel Santos, me explicó que había condiciones objetivas para iniciar una negociación y que no significaba que el Estado claudicaba ante la guerrilla. Y que no significaba tampoco que ellos capitulan ante nosotros, sino que se crea un espacio de oportunidad para lograr la convivencia.
*¿No sintió rabia al negociar con los responsables de tantas muertes en Colombia? *Aprendí en la escuela de cadetes de policías que uno persigue el delito, pero que no debe odiar al delincuente. Llegué a La Habana con las preocupaciones lógicas de alguien que se sienta con sus adversarios históricos. Pero tengo que decir que esa mesa ha estado permanentemente iluminada por el respeto de las partes. Y, muy a pesar de las discusiones, que son intensas, el respeto es lo que ha permitido trabajar en estos cuatro años.
Uno de los logros más celebrados de las negociaciones es el acuerdo de alto el fuego bilateral. ¿Qué tan difícil fue llegar a él?Yo diría que es el punto culminante de unas negociaciones que están poniendo fin a un conflicto de más de 50 años, porque ya no solo es la manifestación política, sino la decisión expresa y fáctica de que las FARC renuncien al empleo de las armas para hacer política.
*Uno de los puntos pendientes de negociación es que las FARC participen en la política, y solicitan, incluso, tener curules en el Congreso… *Sí. Cuando se reconoce la existencia de un conflicto armado y se llega a un acuerdo para poner fin a ese conflicto, hay que partir de la base de que quien deja las armas tiene una aspiración legítima de participar en política. Yo diría que el gran asunto es cómo proscribir el uso de las armas, cómo evitar que nunca más se dé esa combinación nefasta y cómo lograr que, al final, esa democracia se profundice para que las armas se reemplacen por las ideas. Y las balas se reemplacen por votos.
En Perú, pasamos de vivir afectados por el terrorismo a vivir atemorizados por la delincuencia. ¿Usted sigue el caso peruano?Entiendo que lo que sucede en ciudades como Lima o Buenos Aires (Argentina) ocurre en las grandes metrópolis del mundo. La política de seguridad ciudadana abandonó por muchos años las tareas de prevención. Estamos cosechando lo que significó abandonar instrumentos de prevención social del delito y, probablemente, estamos pagando un costo por habernos distraído.
¿Cómo se puede revertir esta situación?Lo más importante es empezar a generar confianza entre los ciudadanos y sus autoridades, particularmente con la Policía. Ese es el pilar fundamental. En segundo lugar, tratar temas que son contravencionales. Es decir, tenemos la idea en América Latina de que todo debe ser judicializado a través de procesos penales para condenar a las personas a privación de libertad en cárceles. Pero existen otros mecanismos, como códigos administrativos que sancionan faltas, que no implican cumplir penas en cárceles. Y en tercer lugar, se debe privilegiar la convivencia para que el tejido social que está roto, y que es la base de la sociedad, realmente haga espacios.
En Perú, no existe una cultura de denuncia de delitos. ¿Cómo recomendaría mejorar esta situación?Cuando los ciudadanos no denuncian, la responsabilidad es del Estado y sus autoridades, que han dejado que se pierda la confianza. Para revertirlo, lo primero es darle confianza al ciudadano a través de resultados y medidas efectivas. En segundo lugar, poner en marcha procedimientos para abrir una cultura de denuncia, que no necesariamente lleven a la denuncia individual, sino que haya denuncia colectiva, de comunidades para que así se sientan protegidas. Además, abrir espacios para que se realicen denuncias en espacios virtuales. Y que haya seguimiento a la denuncia. Si se denuncia y no pasa nada, vamos a seguir girando como una bicicleta estática.
En Perú, el 13 de agosto se realizará una marcha contra la violencia a la mujer. ¿Qué medidas son adecuadas para combatir el abuso de género?El enfoque de género llegó para siempre y para bien de la sociedad. Por lo tanto, tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para reconocer que la mujer necesita ser respetada integralmente en su esencia. Ese respeto pasa por protegerla de agresiones, maltratos y violencia intrafamiliar. Lo primero que debe hacer la sociedad es visibilizar el problema, no negarlo. Y luego, actuar con eficacia y elevar la voz de las víctimas. Asimismo, se deben realizar reformas de orden judicial que den la señal inequívoca de que no habrá impunidad.
Autoficha
- "Soy miembro del equipo del gobierno de Colombia que negocia en La Habana, Cuba, la paz definitiva con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y ministro consejero para el posconflicto con la guerrilla. Fui director de la Policía Nacional".
- "Se deben abrir espacios para que el ciudadano tenga un diálogo permanente con las autoridades. Lo que mejor le pueda pasar a una sociedad es que sus instituciones estén siempre bajo el escrutinio del ciudadano y de los medios de comunicación".
- "A la seguridad se le deben introducir elementos gerenciales, de administración, manejando indicadores, con procesos de participación. Y algo fundamental es una lógica y cultura de rendición de cuentas, periódica y sistemática".
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