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Parásitos en el Oscar
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Nunca antes había pasado algo igual. El 9 de febrero las cosas comenzaron a parecer extrañas cuando “Parásitos”, una película surcoreana, con un guion en coreano, y hablada íntegramente en coreano, era anunciada como ganadora del Oscar a mejor guion original.
El anuncio de ganadora a mejor película internacional sí era totalmente predecible. La película era de esos premios (como el Oscar a mejor actor para Joaquin Phoenix) en los que el anuncio parecía solo una forma de cumplir un trámite.
Pero cuando Bong Joon-ho fue proclamado como el ganador a mejor director, todo indicaba que la película estaba rompiendo con un paradigma. Ya muchos grandes directores extranjeros habían ganado el Oscar (incluidos tres directores mexicanos). Pero ello se limitaba, hasta donde recuerdo, a películas donde los directores foráneos habían dirigido películas principalmente en inglés. Ganar el Oscar a mejor director anuncia a “Parásitos” como un candidato de mucha fuerza a ganar el Oscar a mejor película. No por nada es al director al que se considera el verdadero autor de un filme.
Y esa tendencia se confirmó. “Parásitos” fue anunciada como la ganadora del Oscar a mejor película, convirtiéndose en la primera cinta en idioma extranjero (es decir, distinto al inglés) que gana ese premio, lo que obviamente significó que también es la primera que se lleva a la vez el Oscar a mejor película internacional y el Oscar a mejor película a secas.
Algunos lo han visto como el resultado de una decadencia del cine convencional hollywoodense. Discrepo. En los últimos años el influjo del cine independiente (en el que el criterio del director prima sobre los puntos de vista a las productoras de la película) se ha hecho sentir en el Oscar. Películas con un mensaje artísticamente más logrado han sido, con algunas excepciones, la constante en los últimos años. Y este año “Parásitos” superó a películas de muy alta calidad como “1917” (que en mi opinión debió ser la ganadora), “Joker” o “Jojo Rabbit”.
Pero sí hay mucho de simbólico en lo que ha pasado. “Parásitos” es una película extraordinaria, pero en el pasado películas extranjeras (para los norteamericanos) tanto o más extraordinarias no tuvieron la misma suerte.
Parte de la explicación, se dice, es la mayor internalización de los miembros de la Academia, hoy con integrantes de orígenes más diversos que los del pasado. Y a ello se ha sumado que el streaming (Netflix o similares) ha ido rompiendo la barrera de los subtítulos, algo con lo que el espectador norteamericano no podía lidiar.
Dicho en otros términos, el arte se ha globalizado y con ello se han internacionalizado las propuestas y se ha incrementado la competencia. Vemos el mismo fenómeno que explica los avances en la universalización de la cultura, la economía, la ciencia y, quizás, la política. Es sintomático que una película en surcoreano haya roto las barreras del inglés, quizás una de las expresiones más claras de la hegemonía internacional de los Estados Unidos.
Lo ocurrido es expresión de un mundo en el que, incluso en la era de Trump, los países, y sobre todo, sus ciudadanos, interactúan más entre ellos y con ello benefician a los consumidores de cine, de la misma manera como los consumidores de diversos productos y servicios se han beneficiado de la
globalización.
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