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Pequeñas f(r)icciones: El misterioso Mark
“Vito Villanella llevaba casi un mes tratando de escabullirse de Keiko. Justamente desde que había perdido la segunda vuelta a manos de Pedro Pablo Kuczynski. Y no era una tarea fácil”.
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Para la física, el trabajo es la transferencia de energía de un cuerpo a otro cuando se aplica una fuerza a lo largo de una distancia. Para Mark Vito Villanella, en cambio, el trabajo es la transferencia de dinero de una cuenta a la suya cuando genera contenido que puede ser interesante, mediático o, la mayor parte en su caso, penosa e involuntariamente divertido. Pero, ¿qué le pasó al graduado en la Universidad de Columbia y, a la sazón, alto funcionario de la IBM? ¿Qué le tuvo que pasar al circunspecto, serio y formal ciudadano norteamericano para que —en un giro dramático y misterioso— se transformara en esa mezcla de tiktoker, sugar daddy y seudoinfluencer que, esta semana, gritó —siempre en su castellano refinado y licuado— que la Fiscalía lo está investigando “por las huevas”? ¿Le habrá pasado, acaso, el Perú? ¿Le habrá pasado Keiko?
Incapaces de responder tan profunda cuestión, nos limitamos a mostrar pequeñas pero representativas postales del personaje, literalmente, en cuestión.
2004: UNA BODA EN MIRAFLORES
Obedeciendo la vieja superstición según la cual el novio no puede ver a la novia el día de la boda, Vito Villanella evadió a su futura esposa con éxito en la mañana. En la tarde, tras un día cargado de pendientes, llegó por su cuenta a la iglesia Nuestra Señora de Fátima, en Miraflores. Apenas descendió del auto —un BMW negro alquilado para la ocasión—, notó, sorprendido, cómo un grupo de manifestantes, con pancartas en mano, lo señalaron y empezaron a lanzarle una serie de adjetivos que no lograba entender. Por algunos segundos, pensó que se trataba de una de esas tradiciones de país tercermundista que, en aras del amor y de evitar un desaire, tendría que aceptar. No obstante, cuando los hombres y las mujeres enfilaron contra él, decidió que podría dejar el encuentro intercultural para otra ocasión y huyó para salvar su vida o, dicho sin dramatismos, para preservar la mundana integridad del terno y sus zapatos.
Minutos después, ya en el altar, al lado de Keiko y frente a más de 500 invitados, Vito Villanella no podía detener el leve temblor de su cuerpo. Ni él mismo sabía si aquel movimiento incontrolable se debía al reciente susto en la calle o, quizá, al trance vital por el que estaba a punto de pasar. “Qué extraño”, pensó el recién casado, “¿por qué los manifestantes le habían gritado corruptos a los Fujimori? ¿No era que el fujimorismo había salvado al Perú?”.
2016: PROBLEMAS POSELECTORALES
Vito Villanella llevaba casi un mes tratando de escabullirse de Keiko. Justamente desde que había perdido la segunda vuelta a manos de Pedro Pablo Kuczynski. Y no era una tarea fácil. El casi primer caballero de la nación solía pasarse el día entero en la residencia. Y cada vez que se encontraba con su esposa, esta no tenía reparos en demostrarle que el malhumor, que el dolor de la derrota seguían intactos.
Días después, cuando la marea ya había bajado considerablemente, Vito Villanella miró la fecha en el calendario y supo que sería un largo día. “Feliz 28", le dijo a Keiko, ni bien se despertó, estando todavía en la cama. Ella le respondió el saludo sin emoción. Luego cogió el control remoto y encendió el televisor. En la pantalla se mostraba un gran despliegue periodístico por la toma de mando del flamante presidente. “¡Cómo lo detesto!”, vociferó Keiko, “todavía no puedo creer que me haya ganado”.
Vito Villanella le puso la mano sobre el hombro. Le dijo, de la manera más tranquila posible, que la culpa de su derrota no fue de ella, sino de su padre. “Ese antifujimorismo es por él. A ti la gente te quiere”, le explicó. Las facciones de Keiko se suavizaron y sus ojos parecieron agrandarse. “¿Entonces crees que hubiera ganado si fuera hija de un desconocido?”, le preguntó, con inusual ternura. Vito Villanela respiró profundo y le respondió desde lo más íntimo de su corazón.
—Bueno, si fueras hija de un desconocido ni siquiera hubieras sido candidata.
2018: CAMPAMENTO DE AMOR
La noticia llegó al fujimorismo con la fuerza y la contundencia de un mazazo: el Poder Judicial había dictado prisión preventiva para Keiko. Resignada a la frialdad del calabozo, la excandidata presidencial pidió ver un momento a su esposo. Vito Villanella lucía el rostro desencajado y el labio curvo hacia abajo, parecía que el encarcelado iba a ser él. Keiko le dio rápidamente algunas directivas sobre el manejo del hogar. Él asentía ante cada palabra de ella, casi ante cada sílaba. De pronto, la cogió de las manos y le dijo: “Keiko, voy a hacer huelga por ti”. La lideresa de Fuerza Popular le dio una mirada severa. “Ya, pues, Mark. ¿Tú en huelga? ¿Qué vas a dejar de hacer? ¿Jugar play? No estoy de humor para tus bromas”.
Sin embargo, Vito Villanella no bromeaba. Esa misma tarde convocó a la prensa para anunciar, con la misma emotividad que un Avenger anunciaría que va a salvar al mundo, que entraría en huelga de hambre hasta que se haga justicia, hasta que su esposa sea liberada, una de dos. La extrema medida de protesta incluía el acampar frente al penal de mujeres de Chorrillos a fin de que, a través de los medios de comunicación, el país entero sea veedor de tamaño sacrificio.
Se ha dicho de todo sobre la huelga de Vito Villanella. Algunas fuentes aseguran que cumplió a cabalidad, y sin un solo momento de indecisión, la promesa de hambre y amor. Otros informantes, sin embargo, sostienen que en el mismo momento que las huestes fujimoristas aseguraban haberlo visto en la carpa, débil y con la barba crecida, el norteamericano andaba en plena “Calle de las Pizzas” comiendo, bebiendo y bailando con un bigote mal pegado como único e impecable disfraz.
COLOFÓN
Tras su divorcio en 2022, y luego de pasar algún tiempo alejado del ojo público, Vito Villanella, o algún homónimo muy parecido a él, reapareció el año pasado para demostrar que, lejos de las habladurías, el trabajo —aunque sea muscular— no le era ajeno. En seguida, se zambulló en las redes sociales y desde entonces pulula en ellas con relativo éxito, gracias, sobre todo, a una combinación idónea para estos tiempos: muchas ganas y poca vergüenza. No obstante, nada de esto ha impedido que la Fiscalía haya solicitado para él, por los presuntos delitos de lavado de activos y crimen organizado, 22 años de prisión, el mismo tiempo que —la vida y sus coincidencias— lo diferencia de su nueva pareja. Dicho todo esto, y ante la gravedad de la acusación, conviene no hacer mofa del personaje. Además, sincerémonos, ¿acaso requiere nuestra ayuda?
*El texto es ficticio; por tanto, nada corresponde a la realidad: ni los personajes, ni las situaciones, ni los diálogos, ni quizá el autor. Sin embargo, si usted encuentra en él algún parecido con hechos reales, ¡qué le vamos a hacer!
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