Fue en 2022, cuando Pedro Castillo todavía estaba gobernando. Bueno, no exageremos. Mejor digamos cuando todavía estaba en Palacio de Gobierno. En todo caso, el reloj acababa de dar la medianoche y el sueño me era totalmente esquivo. Me serví un vaso de whisky para que los ojos me pesen, pero el pesar que sentí fue otro. No sé cómo ni en qué momento, pero una luz de nostalgia nació en mí y, luego, sin pausa, fue creciendo con la misma velocidad con la que la botella iba poniéndose más ligera. En medio de ese trance, le pedí a mi fiel Alexa que reproduzca uno de mis discos favoritos. Fue un grave error: mezclar la noche, la nostalgia, el alcohol y la música de los maestros del Buenavista Social Club me recordaron, sin ningún remedio, a ti, a tu ausencia. También me recordaron a Fidel, pero ese es otro tema. Entonces, para cuando mi compadre Ibrahim Ferrer me hizo notar, en ritmo de bolero, que las dos gardenias eran para ti y que con ellas quise decir: te quiero, te adoro, mi vida, ya había tomado el valor —y el licor— necesario para decirte lo que siempre había querido decir. Sin embargo, no pude encontrar tu contacto en el celular. Pensé entonces que el destino se estaba manifestando, pero decidí rebelarme ante él. Tú sabes, no por gusto tengo la rebelión a flor de piel.