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Pequeñas f(r)icciones: Un improbable encuentro electoral

Domingo, 2 de octubre de 2022. El inicio de la jornada electoral se asemeja mucho, quizá demasiado, a las realizadas en los últimos años. Impulsados por el deber cívico -y por el no deber una multa-, más de 24 millones de peruanos se dirigen a los centros de votación con el mismo entusiasmo con el que un escolar, que no ha hecho la tarea, enrumba un lunes al colegio. En uno de estos centros, un enjambre de periodistas persigue los pasos de un hombre. Con la sonrisa congelada, las mejillas rojizas y una respiración apenas agitada, Rafael López Aliaga, con el polo celeste partidario, levanta la mano mecánicamente, sin voluntad, como si un marionetista la estuviera moviendo. De pronto, sus pasos se desaceleran hasta detenerse. Frente a él, la mesa de sufragio que le corresponde todavía no está instalada.

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Fecha Actualización
Domingo, 2 de octubre de 2022. El inicio de la jornada electoral se asemeja mucho, quizá demasiado, a las realizadas en los últimos años. Impulsados por el deber cívico -y por el no deber una multa-, más de 24 millones de peruanos se dirigen a los centros de votación con el mismo entusiasmo con el que un escolar, que no ha hecho la tarea, enrumba un lunes al colegio. En uno de estos centros, un enjambre de periodistas persigue los pasos de un hombre. Con la sonrisa congelada, las mejillas rojizas y una respiración apenas agitada, Rafael López Aliaga, con el polo celeste partidario, levanta la mano mecánicamente, sin voluntad, como si un marionetista la estuviera moviendo. De pronto, sus pasos se desaceleran hasta detenerse. Frente a él, la mesa de sufragio que le corresponde todavía no está instalada.
El candidato a la alcaldía de Lima por Renovación Popular mira al cielo buscando alguna explicación divina, luego observa a su alrededor buscando cuál de sus asesores terrenales le falló. “Que se quede”, dice alguien por ahí. “Sí, que se quede. ¿O acaso tiene corona?”, dice otro que acaba de ser obligado a completar otra de las mesas. En seguida, las cámaras y los micrófonos se le acercan. Un par de gotas irrumpen en la frente del candidato. “Señor López Aliaga, ¿se va a quedar a completar la mesa, como lo haría cualquier ciudadano de a pie?”, pregunta uno de los tantos periodistas que lo rodean. Mientras las gotas caen por su rostro afiebrado, un gruñido ininteligible es lo que aflora como toda respuesta. La prensa insiste y él piensa, trata de pensar, trata de recordar cuál de los consejos de media training que ha recibido puede aplicar en un momento así. ¿Cuál de las diapositivas salvadoras le había indicado cómo reaccionar ante una escena mediática como la que estaba enfrentando, en vivo y en directo, y a nivel nacional?
“¿Y entonces, señor candidato?”, pregunta el periodista, “¿se va a quedar?”. “Sí, sí, ese tiene que quedarse”, vuelven a arremeter algunas voces. López Aliaga se pasa la mano por la frente ante las nuevas gotas de sudor que aparecen otra vez. “Esteee, les voy a decir una cosa”, dice por fin, “me quedo”.
Apenas se completa la mesa, sus integrantes son los primeros en votar. A su turno, López Aliaga, lapicero y cédula en mano, se acerca a la cabina secreta. Observa todos los símbolos, encuentra el suyo, se persigna y lo marca.
Varios minutos después, la actividad bulle en el centro de elecciones. López Aliaga se entrega a la labor, como si la ONPE le hubiera adelantado los 120 soles que da a todo miembro de mesa. Como secretario, el candidato es el encargado de buscar la foto y el nombre del votante en la lista de electores y, luego del sufragio, es quien le indica dónde poner la huella y la firma. El líder de Renovación Popular no desaprovecha la oportunidad y lanza una sonrisa a cada uno de los electores. Entonces, un rumor, como un gran barullo, va creciendo y va avanzando hacia la mesa de votación. La nube de periodistas rodea a un votante. Rápidamente, los otros electores lo reconocen. Es Daniel Urresti, el candidato a la alcaldía de Lima por Podemos Perú. “No puede ser que justo vote también en esta mesa”, piensa López Aliaga, “no puede ser que nadie me haya dicho nada”. Urresti, tal y como se lo han dicho sus asesores, se pone en la cola y espera como todos los demás. Conforme va llegando su turno, decenas de camarógrafos y fotógrafos se preparan, tratan de encontrar el mejor lugar, el mejor ángulo, para no perder ningún detalle del inevitable encuentro.
Por fin, le toca el turno del candidato de Podemos Perú. Urresti se acerca sonriente a la mesa de votación. El presidente de mesa lo saluda y le pide el DNI. Lo identifica y le pasa el documento al secretario. Apenas López Aliaga recibe el DNI, Urresti habla, lo hace en voz alta, para que todos escuchen.
-Buenos días, señor López.
-Soy López Aliaga -dice apretando el documento de Urresti.
-Si eso le hace feliz, lo vuelvo a saludar. Buenos días, señor…
-No, no hace falta. El nombre es lo de menos, señor Burresti.
-¿Burresti? Y fíjese que yo venía en son de paz, mi estimado Porky.
-¿Y cree que me insulta diciéndome eso?
-A usted no, pero a Porky sí.
-Bueno, ¿qué quiere? ¿A qué ha venido?
-¿Qué quiero? He venido a votar.
-Le advierto que va a ser por gusto, pero si quiere, hágalo.
-¿Qué hace usted aquí?
-Secretario.
-Caracho, o sea que ni aquí pudo ser presidente.
-¿Usted sí fue presidente? Ah, no. Usted también perdió las elecciones. Seguro que se le olvidó.
-Yo no me olvido de las cosas. Por ejemplo, yo no me olvido de pagar mis impuestos.
-Lo felicito. Pero si se olvida de otras cosas del pasado, ¿no? Ya sabe a qué me refiero.
-Yo no tengo ningún pendiente con la justicia.
-No, tiene razón. La justicia tiene un pendiente con usted. O de repente más de uno. Habría que investigar, ¿no le parece?, capitán Arturo.
Urresti está a punto de lanzar una sarta de adjetivos calificativos, pero el sonido de un celular lo interrumpe. López Aliaga contesta. “Pucha, ¿recién me dices? Ya decía yo que esto no podía ser. Seguro, ¿no? Ya, listo, nos encontramos en el local del partido”. El candidato de Renovación Popular se levanta y le da el DNI de Urresti al presidente de mesa. “Me acaban de informar que, por ley, los candidatos no podemos ser miembros de mesa”. El presidente asiente y mueve la cabeza a los lados. “Es verdad”, dice, “algo de eso nos dijeron en la charla, pero la verdad me olvidé por completo”. “A todos se nos pasó”, agrega el tercer miembro de mesa.
-¿Qué pasa? -pregunta Urresti.
-Habla con él -responde López Aliaga, señalando al presidente.
-Señor Urresti. Espérenos un momento, por favor -dice el presidente-. Tenemos que poner a otro secretario.
-¿Cómo? ¿Ni eso puedes hacer? -dice Urresti, mirando a López Aliaga.
-Es un tema de leyes, o sea que para qué explicarte si no vas a entender.
Ante la mirada asesina de Urresti, López Aliaga se despide dándoles la mano a todos. Cuando pasa al lado del candidato de Podemos Perú, se detiene un segundo a mirarlo, a medirlo.
-Buena suerte -le dice-, la vas a necesitar.
-Anda nomás -responde Urresti-, vamos a ver quién sale ganando.
Si bien las encuestas lo han tenido liderando las preferencias electorales, en los últimos días esto podría cambiar. En todo caso, aunque las elecciones en el Perú están llenas de sorpresas, de resultados impredecibles, al parecer el próximo burgomaestre limeño se definirá entre ambos candidatos.
¿Y Lima? ¡Ay! seguirá muriendo, ¿no?