Puntual de inicio a fin. De frases precisas y de ideas curadas. Amante del Perú. Sobrino y gran admirador de Víctor Raúl Haya de la Torre. Animal político. Estructurado. Nostálgico. Formal. Trabajador. “En teoría estoy jubilado, pero esta jubilación me tiene muy ocupado”, dice después de explicar que el día no le alcanza si no es sumamente puntual. Madruga, corre al aire libre, maneja sin chofer ni seguridad hasta su oficina, lee periódicos y procura sentarse en su escritorio antes de las 7 de la mañana. “Tengo la suerte de que las rodillas no me duelen a los casi 70 años que voy a cumplir”, cuenta sonriente y habla de los nietos. Es abuelo de tres, los hijos de su único heredero que –por ahora- no vive en Perú, “así que soy Papapa” dice con gracia, y confiesa que cuando se puede, promueve que todos vengan a visitar “porque finalmente ésta es su patria”. Orgulloso, asegura que conoce los 24 departamentos y la provincia constitucional. Que lejos de ir, durante las vacaciones escolares, a las playas o al extranjero, sus padres, Alberto Benavides de la Quintana y Elsa Ganoza de la Torre, los llevaban a la sierra de Huancavelica, a la Oroya o a las alturas de Julcani (alma máter de Buenaventura). “Eran recorridos que muy pocos hacían, ni siquiera había carretera entre Huancayo y Huancavelica. En ese tramo subían el carro a la tolva del ferrocarril del ‘Tren Macho, que sale cuando quiere y llega cuando puede’ y luego, continuábamos por una trocha carrozable”. Así es el Perú profundo, reflexiona Roque Benavides, un Perú difícil pero lindísimo y de gente extraordinaria.