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¿Y el plan B?
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Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesPolíticamente, Ollanta Humala está cometiendo los mismos errores militares de Francia en las dos guerras mundiales. En la Primera, el de "l'offensive a outrance", es decir, el de la ofensiva hasta que caiga el último hombre. El resultado fue casi catastrófico.
Cuando el 10 de mayo de 1940 los ejércitos alemanes irrumpieron las fronteras de Bélgica y Luxemburgo con destino a Francia, los aliados estaban seguros de tener las cosas claras. No se repetiría agosto de 1914 y, por lo tanto, ningún alemán volvería a utilizar las llanuras belgas para desparramarse sobre el norte de Francia y envolver a sus ejércitos concentrados en atacar la frontera con Alemania.
Para defender esta frontera, luego de la amarga experiencia de la Primera Guerra Mundial, los franceses habían construido la Línea Maginot, un espectacular complejo de fortificaciones subterráneas. Creyendo haber aprendido de los errores del pasado, franceses e ingleses presentarían batalla no en Francia, sino en Bélgica.
Y así lo hicieron. Pero el tiro les salió por la culata. Esta vez, a diferencia de agosto de 1914, no pudieron escapar del envolvimiento alemán. Este se produjo a través del bosque de las Ardenas, un lugar que, al igual que la línea Maginot, era considerado "impenetrable". El bosque se encontraba justo entre las fronteras de Francia, Bélgica y Luxemburgo. Así, mientras todos los ejércitos aliados avanzaban por Bélgica, los alemanes salieron por la retaguardia. Los aliados habían sido atrapados en dos frentes. La sorpresa fue mayúscula.
Aún más, si cabe, fue la de Winston Churchill. Acababa de estrenarse como primer ministro ese fatídico 10 de mayo. Viajó a Francia de inmediato. Allí todo estaba de cabeza. Entonces sobrevino la conciencia del desastre. Al preguntarle Churchill al general Gamelin, generalísimo de los ejércitos aliados, cuál era el "plan B" –¿oú est la force de manoeuvre?–, Gamelin, lacónico, le respondió: "Il ni en a pas", a saber, "no existe". Los franceses se habían quedado sin ejército. Lo habían mandado todo al frente. El 22 de junio firmaban un humillante armisticio. Francia había sido derrotada.
El presidente de la República, comandante Ollanta Humala, no debe ser ajeno a esta historia. En Chorrillos, de tradición francesa, la debe haber estudiado muy bien. Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, pues sus consecuencias se aplican a la política, que es su génesis. Siendo como es militar y presidente del país, Ollanta Humala tendría que tener bien claro como político cuál es su "plan B". ¿Lo tiene?
A escasos meses para cumplir tres años de gobierno, el presidente Humala no tiene "ejército". Si en realidad alguna vez lo tuvo, ya no tiene importancia. Pudo haberlo construido, pero no quiso. En su lugar constituyó una fuerza de mercenarios, entre tecnócratas y politicastros de media suela, prestos a abandonar el barco y a vender sus servicios o alistarse en cualquier otro que les ofrezca las seguridades políticas y económicas del caso. ¿Con quién se queda entonces Ollanta Humala en vísperas de convertirse en "pato rengo"? Con Nadine Heredia y una cortesanía presta a tomar las de Villadiego.
Si Nadine Heredia era el "plan B", pues fracasó estrepitosamente. A estas alturas la esposa del presidente ha demostrado con sus hechos que si Ollanta Humala valía 0 en política, ella vale 0.5. No es mucho lo que aporta el decimal al "ejército" del comandante. Lo cierto es que la propia Heredia dinamitó el "plan B" cuando "lanzó su candidatura", ni bien empezado el gobierno, con el pueril eufemismo de "no está en agenda". En ese afán lanzó todas sus "fuerzas", es decir, su 0.5 de talento, ¡contra Alan García! Había que madrugarlo en el campo de batalla. Era el enemigo al que había que derrotar para dejarla correr tranquila.
Hoy Alan García está ganando lentamente la batalla por su candidatura, mientras que Heredia la ha perdido complemente. Y en el fragor el presidente y su esposa han fulminado sus "ejércitos". Ya no queda nadie en la retaguardia. Están con la muerte en los talones. ¿Y el "plan B"? ¡Ay!… ¡Es la derrota!
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