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Planificación: Salud y Educación
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Toda empresa que busca mejorar su situación utiliza el planeamiento, tanto para mejorar sus ganancias o disminuir las pérdidas actuales. Los planes se elaboran con hipótesis amparadas en exhaustivos análisis para que sus directivos los aprueben.
Ya sean empresas grandes o pymes. Tomemos el ejemplo de la familia Añaños, de origen ayacuchano. De un limitado taller para producir gaseosas en el patio de su casa, en 1977, ahora es un conglomerado exitoso de la industria de bebidas en el Perú, en varios países de América Latina y hasta del Asia. Lograron concretar el planeamiento elaborado para crecer, es decir, lograron planificar su desarrollo.
En nuestro país también se elaboraron planes para el crecimiento de la economía, el control del déficit y la inflación para ofrecer confianza a la inversión privada. Estos controles son planes y retos escrupulosamente cumplidos. Pero, en el caso de las represas y canales construidos por el Estado, planeados para irrigar lotes en la costa para medianos agricultores, en cambio, pasaron a manos de grandes terratenientes mediante sus testaferros, y quedaron los planes sin conseguir sus objetivos.
El planeamiento para mejorar la educación y salud públicas no se cumple, se dice, “por falta de decisión política”. Aunque habría que recordar que en el Acuerdo Nacional (2004) se planteó la necesidad del crecimiento del presupuesto para la Salud al 4% del PBI, y al 6% la Educación. Logros incumplidos.
El presidente Vizcarra, el jueves pasado, señaló la necesidad de una reforma en Salud y Educación, sectores indispensables para construir una democracia ciudadana, donde todos –de verdad– tengamos semejantes oportunidades para progresar. Y también alcanzar la libertad, que se consigue al superar las necesidades básicas que la impiden. ¿Será posible?
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