Después de una serie de bufonescas idas y venidas, negativas tembleques y penosas explicaciones, la verdad de este sainete –que podría haber salido de las plumas de Felipe Pardo y Aliaga o Leonidas Yerovi– terminó por salir a flote.
Y es que, aunque parezca mentira, materias tan febles como la de este episodio nasal no son de aquellas que se hunden tan fácilmente en el olvido de la gente. Lo que agrandó y empeoró las cosas –que, por cierto, tampoco eran para tanto– fue la pertinacia presidencial de negar una y otra vez lo que era rotundamente evidente.
Una enérgica carta notarial enviada por el médico Mario Cabani a la presidenta Dina Boluarte despejó de un porrazo las dudas –si es que estas pudieran haber existido– sobre la naturaleza de la intervención quirúrgica a que se sometió la jefa de Estado en junio de 2023.
El cirujano dejó en claro que lo que la mandataria ha venido sosteniendo todo este tiempo, que fueron operaciones por estrictas razones de salud y que sí estuvo atendiendo el despacho durante esos días, era totalmente falso.
No solo eso. Cabani confirmó, además, que la propia Boluarte se llevó sin su consentimiento su historia clínica y hasta hoy no se la devuelve. El cirujano advirtió que, si la presidenta de la República no se rectifica, entablará una querella por difamación agravada y calumnia.
Algunas voces se han adelantado ya a clamar, con la moral inflamada, que se tramite de inmediato su vacancia. Muchas de ellas provenientes de personajes y tiendas políticas para las cuales la honestidad o el bienestar de los peruanos se vuelven súbitamente valores sagrados solo cuando se trata de agitarlos verbalmente en contra del eventual adversario.
Dina Boluarte es indefendible, lo saben tanto sus aliados como sus detractores, y, cómo no, los ciudadanos que se expresan en las encuestas. Y en este caso, la jefa de Estado ha mentido flagrantemente. Podría decirse, no sin razón, que ha vuelto a quedar en ridículo.
El momento, sin embargo, lleva a reflexionar sobre la pertinencia de un cambio radical en nuestra democracia a menos de un año de las elecciones generales.
Generar un vacío de poder a estas alturas, con las economías ilegales y la delincuencia callejera asediando el Estado de derecho en el país, sería un despropósito. Los riesgos y el posible costo político son elevados. Y no vale la pena poner al Perú en ese trance… por una nariz.