Dieciocho suecos deciden cada año quién es el mejor escritor y le entregan un premio de un millón de dólares y la inclusión en una gloria incierta. Aún hoy algunas personas creen que el premio lo concede la humanidad o un comité conformado por las inteligencias más lúcidas del planeta. No es así. Como dijo Rodolfo Hinostroza cuando murió Borges, el Nobel lo asigna “una academia tristemente sueca”. Creer que estas personas tienen siquiera un mediano conocimiento del valor literario de una obra sería cándido, cuando no una simple operación comercial. Escándalos sexuales y políticos han perturbado a estos dieciocho electores, mas buena parte del mundo ha decidido seguir creyendo en su infalibilidad crítica. Pero es suficiente ver el catálogo de los elegidos y los ignorados para perder esa fe inocente. En 1901 Suecia empezó a mortificar las letras mundiales con el dinero de Alfred Nobel, culposo inventor de la dinamita. En 1910 murió Lev Tolstói, el más grande novelista que ha existido. ¿Por qué no recibió el premio? Por subversivo, por anarquista cristiano.
MIRA: Narcisismos
Podemos exculpar a estos jueces por haber ignorado a genios cuya obra tuvo una difusión póstuma, como Kafka, Yevgueni Zamiatin o Vallejo; pero no hay excusa imaginable para omitir a Virginia Woolf, James Joyce, Marcel Proust, Joseph Conrad, Giuseppe Ungaretti, Adolfo Bioy Casares, G. K. Chesterton, Marguerite Yourcenar, Rilke, Graham Greene, J. R. R. Tolkien, Cortázar, Marcel Schwob, Manuel Mujica Lainez, Karen Blixen, Dashiell Hammett, Ursula K. Le Guin, Borges, Ezra Pound, H. G. Wells, Rulfo, etcétera. Entre los ensayistas tenemos al alemán Erich Auerbach, al ruso Mijaíl Bajtín y muchos más. Y si incluimos a los autores de literatura dibujada (¿por qué no, si premian a cantantes y periodistas?), la lista sería extensa y empezaría con Héctor G. Oesterheld y Hugo Pratt. Basta ver a los elegidos (salvo excepciones admirables) para invalidar la autoridad de ese jurado; comparar sus obras con las de los excluidos solo puede producir una sonrisa melancólica. Incluso cuando acierta, la Academia sueca parece hacerlo por equivocación: premió a Rudyard Kipling antes de que produjera sus relatos más valiosos.
Escandinavia ha dado hermosos regalos al mundo moderno, como el cine de Ingmar Bergman, la poesía de Edith Södergran o la pintura de Edvard Munch. El premio Nobel de Literatura y la dinamita no se encuentran entre esos dones.
Aprovecha la NUEVA EXPERIENCIA: recibe por correo o por Whatsapp nuestro periódico digital enriquecido. Perú21 ePaper ¡Conoce nuestros planes!
Video recomendado: