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Un torero en la Lima de Chabuca
“Así era la Lima ‘de otrora, tan querida y tan señora’ que nos describe Chabuca en sus canciones, la de las casonas bellas, las puertas de par en par”.
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A Finita Añorga, una limeña de otrora
El 3 de marzo último, El Comercio publicaba como efemérides la boda del torero sevillano Juan Belmonte y la bella limeña Julia Cossío; ocurrió en 1918, cuatro meses después de que el diestro arribara a Lima para faenar en la plaza de Acho. El flechazo fue tan hondo que se casaron por poderes porque el torero había tenido que viajar a Centroamérica para cumplir con contratos anteriores.
Manuel Chaves Nogales, uno de los periodistas españoles más destacados del siglo pasado, hizo la crónica de la aventura limeña del torero –en las págs. 238 a 245 del libro “Juan Belmonte, matador de toros“ (1938)–, la biografía que escribió en primera persona, es decir como si hablara el mismo Belmonte, fruto de largas conversaciones en las que Chaves, más que nada, escuchaba al diestro.
Chabuca nació dos años después, en 1920, y esto es lo que nos cuenta Belmonte sobre la Lima de entonces, la de la niñez de Chabuca: “Lima era como Sevilla. Me maravillaba haberme ido tan lejos para encontrarme como en mi propio barrio. A veces me encontraba en la calle con tipos tan familiares y caras tan conocidas que me entraban deseos de saludarles ¡adiós, hombre!... La influencia norteamericana era todavía muy débil… seguía siendo ante todo y sobre todo una ciudad andaluza, llena de recuerdos coloniales… andaluzas eran las casas, de una o dos plantas a lo sumo, con patios floridos y ventanas enrejadas… Por dondequiera que íbamos nos obsequiaban y festejaban con la misma gentileza que en Andalucía”.
Así era la Lima ‘de otrora, tan querida y tan señora’ que nos describe Chabuca en sus canciones, la de las casonas bellas, las puertas de par en par, ventana de reja y laja, jardín y huerto por madurar (donde) perfuma la diamela, cae el jacarandá, y florecen los aromos al llegar la Navidad… la de las vereditas que se arrullan con tafetanes bordados, tacón de chapín de seda y fustes almidonados; aquella Lima de veras donde un gallo en madrugada enronquece en contrapunto.
La explosión demográfica de Lima, desde los 200 mil habitantes de 1920 a los 9 millones de hoy, sin embargo, no es única; muchas ciudades la han vivido, pero algunas han sabido sobrellevar la urbanización galopante dentro de cierto orden y preservando su casco antiguo y sus joyas arquitectónicas. ¿Cuándo se jodió Lima, Zavalita?
En 1919, un año después que Belmonte, vino a faenar a Lima Joselito; la afición le avisó de los riesgos con esta copla:
“Los ojos de las limeñas
hacen pecar a un bendito,
a Belmonte lo casaron.
¡Ten cuidado, Joselito!”.
hacen pecar a un bendito,
a Belmonte lo casaron.
¡Ten cuidado, Joselito!”.
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