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Los visitantes a la isla de oro
“Se alza la sierra de la Tramuntana que ocupa el noroeste de Mallorca, derrochando caprichosos acantilados y calas recónditas solo accesibles por estrechísimas carreteras serpentinas que descienden al mar desde los mil metros”.
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Cuando Agatha Christie arribó a Palma de Mallorca en marzo de 1932, su último destino después de un largo viaje por el Oriente Medio, se encontró con la sorpresa de que el abultado número de turistas ingleses y estadounidenses tenían copados los buenos hoteles, por lo que decidió emprender camino a Formentor, al norte de la isla, a pesar de los exorbitantes precios que, ya entonces, tenían hoteles de este balneario agraciado con una de las mejores playas. Poco antes de llegar, al pasar el taxi que la conducía por el Puerto de Pollensa, divisó un hotel entre pinos al borde del mar y, de inmediato, ordenó al conductor que detuviera el coche exclamando “esto es lo que estaba buscando, aquí me quedo”. La bahía de Pollensa se abre entre dos imponentes cabos, el Formentor y el Pinar, y mira al frente hacia Ciudadela, en la isla de Menorca, situada a escasos 60 km. Escribo hoy desde el Hotel Illa d’Or en que se alojaba la maestra de la novela detectivesca en sus viajes a Mallorca. Aquí nació al personaje Parker Pyne que protagoniza su novela Problemas en la bahía de Pollensa.
De ahí hacia el sur, bordeando la costa, se alza la sierra de la Tramuntana que ocupa el noroeste de la isla, derrochando caprichosos acantilados y calas recónditas solo accesibles por estrechísimas carreteras serpentinas que descienden al mar desde los mil metros. A una hora en coche desde Pollensa, y previa parada de rigor en Puerto de Soller, el visitante se topa con el pintoresco pueblo de Deiá donde fijó su residencia, hasta el fin de sus días, el también escritor inglés y amigo de Christie, Robert Graves. El viajero puede visitar la casa en que vivió el maestro de la novela histórica, autor del Yo, Claudio que tan popular hizo en los setenta la serie televisiva de la BBC. Un ejemplar de otra de sus novelas –El vellocino de oro– exhibe la dedicatoria, de puño y letra, de Graves a Christie en una visita que esta le hizo en 1944.
Siguiendo por la estrecha vía costera hacia Valldemossa se encuentra la finca S’Estaca, donde se estableció el archiduque Luis Salvador de Augsburgo durante el último tercio del siglo XIX, dedicándose al cultivo de vid y olivos, y a la fundación de hostales, por lo que algunos le consideran como el primer promotor turístico de Mallorca. La emperatriz Sisi, que era su prima, le visitaba en S’Estaca siempre que podía para escaparse de las formalidades de la corte vienesa. En las últimas dos décadas, la finca ha sido residencia veraniega del actor Michael Douglas.
Valldemossa es, sin duda, el segundo punto de interés después de Palma. A este pueblecito de la Tramuntana llegaron, a pasar el invierno de 1839, el pianista Federico Chopin y su amante, la escritora George Sand. Buscaban un clima benigno para la tuberculosis de Chopin, pero la salud del compositor de “Las polonesas” empeoró hasta el punto de que, en una carta, ironizaba sobre los diagnósticos de los médicos que le asistieron de este modo: “El primero ha dicho que iba a morir; el segundo que estaba muriéndome; el tercero que ya había muerto”.
Los hoteleros españoles más exitosos a nivel mundial son mallorquines. Hoy Mallorca recibe diez millones de turistas extranjeros todos los años, lo que equivale a 11 veces el tamaño de su población. Lo del turismo en Mallorca, no obstante, no es nada nuevo y ni se puede resumir ni se agota en las calas maravillosas con aguas azul turquesa.
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