Se ha evidenciado la desesperación de los congresistas por la sentencia del Tribunal Constitucional, en la que se pronunció sobre la demanda competencial que había interpuesto el Congreso sobre las decisiones que ha tomado el Poder Judicial en amparo a derechos fundamentales de los magistrados de la Junta Nacional de Justicia, que recurrieron a un juzgado constitucional por la vulneración de sus derechos.
Lo interesante de este nuevo affaire político es que se ha podido desenmascarar a la cofradía del Congreso que se encargó de elegir a los actuales magistrados del TC, porque no han tenido tapujos para enrostrarse entre ellos el porqué se había elegido a tal o cual magistrado, con lo que queda demostrado que la elección de los miembros del TC ha sido una repartija de poder, un cuoteo, buscando controlar a la máxima institución de interpretación de la Constitución.
Lo grave es la manipulación grosera que hacen los congresistas de una facultad parlamentaria para elegir a los magistrados del TC, para direccionar su votación en función de sus intereses y angurrias de poder. Querían tener un TC a la medida, con magistrados digitados desde el Congreso, porque dizque le debían el cargo a ese cuoteo político o, diría, a esa componenda política para copar una de las importantes instituciones del Estado.
Pretender instrumentalizar instituciones que son el soporte de la democracia es una falta y, sobre todo, una infracción constitucional grave que requeriría inmediatamente interponer una denuncia ante la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, porque pruebas hay en abundancia; basta ver tuits como el del congresista Alejandro Muñante, en los que cuestiona hasta la votación por algunos magistrados del TC, a los que supuestamente él se había opuesto a su elección.
Es tan evidente la declaración de Muñante que, no sé si lo hace por ignorante o por una supuesta “candidez”, está confesando en público sus intenciones de elegir magistrados que pueda condicionar o manipular en función de sus intereses, anteponiendo sus angurrias de poder sobre la calidad académica o la solvencia moral que se debe exigir para tan alto cargo. Y Muñante lo dice sin ningún desparpajo, sin vergüenza alguna.
Muñante está confesando hasta un delito en esa declaración de X (ex-Twitter) que ha publicado y en la que cuestiona la elección de los magistrados Ochoa y Helder. Tal vez lo hace para quedar bien con alguien a quien, suponemos, debe rendirle cuentas.