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Retiro sin retorno
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El Congreso avanza a paso acelerado un proyecto de ley autorizando un nuevo retiro del fondo de las AFP. Según cálculos del Ministerio de Economía, esta séptima ley de retiro representaría una salida de 30,000 millones de soles de los fondos de pensiones.
Así, el número de peruanos que se quedarán sin una pensión para su vejez saltará de 2.2 millones a 3 millones de adultos mayores. Cifras preocupantes, más aún cuando el propio MEF prevé, además, que las personas mayores de 40 años serían las más beneficiadas y, a la vez, las más perjudicadas porque les quedará menos tiempo para ahorrar e intentar obtener así una pensión digna.
El de las pensiones sigue siendo un drama que se continúa arrastrando sin que se encuentre una solución seria que involucre tanto al Estado como a la empresa privada. Y este Legislativo ha empeorado el problema, pues a lo único a que ha atinado es a autorizar o promover la liberación de fondos para contentar, presuntamente, a sus electores. Aunque, a la larga, flaco favor se les esté haciendo.
El mayor impacto lo sufrirían los afiliados de menores ingresos, debido a que estos son los más propensos a retirar dinero por ser los de menor educación financiera y, obviamente, las urgencias de la coyuntura económica.
De ahí lo preocupante de la medida, ya que, al cruzar el umbral de pobreza, estos adultos mayores se convertirían en una pesada carga para el Estado, pues los fondos para su pensión no estarían garantizados, debido a las numerosas obligaciones y demandas que tiene el fisco.
Durante su presentación en la Comisión de Economía del Congreso, el titular del MEF reiteró, no sin razón, lo que los analistas ya habían adelantado: “Un nuevo retiro no generaría otra cosa que desprotección social, riesgo de que los jubilados pasen a situación de pobreza”. Y ya que no estaba en sus manos impedir que prospere la moción, sugirió que, al menos, su ámbito se limitara a quienes se encontraban en situación de desempleo.
Nada de ello, sin embargo, parece inmutar a quienes están detrás de tan absurda medida y menos aún a quienes la apoyan silenciosamente desde sus curules. Porque del grosero populismo que impregna la gran mayoría de leyes del Parlamento, son cómplices —con muy raras excepciones— todos los otorongos.
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