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Ricardo Lago: PBI 2016-21: ¿6%?
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Sé que muchos piensan que el bajo crecimiento actual se debe a factores internos, políticos y de gobierno, pero que, pasado este bache, y ya con un nuevo gobierno, la economía volvería a crecer vigorosamente. Piensan que retornaría el dinamismo del empleo, del mercado inmobiliario, que se resolverían los problemas de endeudamiento de empresas y consumidores, que la locomotora de la inversión, local y extranjera, nos llevaría a un nuevo quinquenio de rápido crecimiento.
Anteayer, el ex presidente Alan García prometía un crecimiento del 6%. En el mismo rango están las ofertas de PPK y Keiko. El ex presidente reivindica el crecimiento en su segundo gobierno; PPK el del gobierno anterior, en que fue premier, y Keiko las reformas y el crecimiento durante el gobierno de su padre.
Me temo que no será así. ¿Es imposible crecer al 6% promedio anual? No, pero su probabilidad es comparable a la de encontrar una aguja en un pajar. Y ello aunque se destraben varios de los grandes proyectos mineros, se seleccionen y ejecuten más –pero, sobre todo, mejores– proyectos de infraestructura, se flexibilice la legislación laboral y un largo etcétera.
Está claro que las malas políticas siempre conducen a malos resultados, pero las buenas pueden no llevar a tan buenos resultados si la economía internacional no acompaña. La mitad del vaso la llenan los factores internos, la otra mitad los externos. Y los externos pintan mal. Las perspectivas de crecimiento global a largo plazo no son favorables; se ha agotado el dividendo económico y demográfico que supuso la incorporación de China, India y países del este europeo a la economía global. Por otra parte, en el corto plazo, acecha el espectro de una crisis financiera como la de 2008.
Hay que entender que la economía peruana ha entrado en un nuevo ciclo; antes del 2012 navegaba con viento en popa y ahora el viento viene de proa; tendrá que capear el temporal del previsible raquítico crecimiento del comercio mundial y la inversión extranjera, de los precios del cobre más bajos, de la menor disponibilidad y mayor costo del crédito externo y, posiblemente, de una nueva crisis financiera. Estamos de regreso al déficit fiscal y externo crónicos, al aumento paulatino de la deuda pública y a la pérdida de reservas internacionales. Cambio de ciclo que vaticiné hace tres años en una columna de periódico que titulé Demasiada euforia.
Para poder crecer al 4%, el próximo gobierno tiene que retomar la agenda reformista. No hay margen para medias tintas. Confíe usted en las fuerzas económicas, no en la magia.
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