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Roberto Lerner: Metáforas para mamá
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Una ostra que filtra, protege, deja que ingrese el mundo en dosis suficientes y permite que se produzca una perla.
Un andamio que soporta, sostiene y permite que los representantes del afuera contribuyan a reparar, embellecer, limpiar y crecer.
Una incubadora hecha de gestos, conductas, arrullos y caricias, que nos permite terminar de nacer durante buen tiempo luego de haber sido paridos. Un yeso que permite que se cierren fracturas y sanen heridas, haciendo una muralla flexible que protege sin paralizarnos.
Un espejo hecho de una mirada que juega con la nuestra y permite que nos reconozcamos por vez primera.
El primer otro que nos enseña a hacer transacciones entre el deseo y la necesidad y permite que nos vayamos definiendo como uno.
Una fuente de nutrientes que se enlazan con afectos y nos permiten el tránsito de la satisfacción del hambre al descubrimiento del amor.
Una voz que comienza como murmullo se convierte en melodía y nos permite acceder a las palabras que encierran mundos infinitos.
Un vehículo que nos permite apreciar el mundo desde varias perspectivas hasta que lo podemos explorar por nuestros propios medios.
Un objeto de nuestras intensidades, que se somete a nuestros embates de impulsos positivos y negativos, sobreviviendo a ambos y permitiendo que aceptemos la ambivalencia en los vínculos más íntimos.
El primer cliente de lo que tenemos para ofrecer y el primer vendedor de nuestras fantasías, que permite que nos comencemos a querer y conocer, sin ser demasiado generosos ni excesivamente críticos.
Una gerenta de la logística de lo cotidiano que trabaja sin sueldo y permite que otros lo reciban.
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