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Roberto Lerner: Responsabilidades
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Una madre preocupada porque no logra transferir responsabilidad hacia su hija en lo tocante a la preparación cotidiana de la lonchera para llevar al colegio. Trata de negociar con su hija y le dice que, contrariamente a sus progenitores, llenos de obligaciones, como trabajar, ella –la chica– no tiene sino unas pocas, y que puede encargarse de algo tan simple. Hasta ahora no ha tenido éxito y la cosa termina en discusiones.
El problema es que la mamá no está ofreciendo transferir una responsabilidad, sino lograr que la hija haga una tarea definida de una manera, por decir lo menos, despectiva: «Tú, que no tienes nada que hacer, haz por lo menos una cosa secundaria, porque yo me encargo de las verdaderas obligaciones». No es un buen mensaje. Es, en realidad, uno de esos mensajes que los adultos somos expertos en transmitir y que se niegan a sí mismos.
Si cambiamos un poco el enfoque, si reformulamos nuestra comunicación, quizá logremos efectos sorprendentes. En primer lugar, se necesita convencer de que preparar la lonchera es una tarea importante, pues implica seleccionar dentro de un conjunto de recursos y, además, hacerla es una ayuda importante para el conjunto de la casa. Se puede reflexionar sobre la alimentación, sobre los gustos, y dejar un margen de libertad, que dependerá de las posibilidades del hogar, para componer el menú para el colegio. Luego, el transferir la responsabilidad expresando confianza en la chica, a la vez que resaltamos la importancia de su contribución, hará el resto.
Hablar sobre todo lo que hacemos por los hijos y que ellos «solamente tienen que estudiar» –lo que, dicho sea de paso, seamos honestos y recordemos nuestra época de colegio, no es fácil– y «por lo menos» deberían encargarse de algunas «estupideces» menores, no es manera de lograr cooperación. A nadie le gusta hacerse cargo del ripio.
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