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“El que salva una vida...

En el sentido doméstico un tirano es el hombre que viola a una mujer. Es la “ley del más fuerte” que ejerce nauseabundamente su violencia contra el cuerpo y la voluntad del más débil.

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Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesSalva al mundo entero". Ayer se celebró la "Marcha por la vida", cuyo objeto es desde hace unos años protestar contra el aborto. A esta campaña se opone la de los abortistas "Déjala decidir", que defiende el derecho de una mujer violada a disponer de su cuerpo y, por lo tanto, de su embarazo. Vida y libertad en juego, ese es el tema. Dados los quilates de los valores que aquí se juzgan y que son los pilares de lo que podríamos llamar "la humanidad", este debate ha sido maltratado por un panfletismo sectario que ha comprometido la inteligencia y el sentido común más elemental. Ese es el problema del activismo que, en estos días, parece inspirar a muchos que pretenden llenar un vacío intelectual con una inundación de pasiones. Las más bajas, por cierto.

Me repugna el activismo. Es enemigo de la libertad a la que amo. Es el opio de la vida a la que me debo. Por eso no marcho ni firmo pronunciamientos ni memoriales ni cartas abiertas a nadie. Tendría que estar cayéndose el mundo para que ello ocurra. Sin embargo, pensé seriamente en asistir a la "Marcha por la vida". Quería protestar contra la imbecilidad de los que rumian enseñoreándose de la humanidad impunemente. Las vacas no hablan, no piensan, no razonan. Si hablaran e intentaran pensar o razonar dirían en las redes sociales algo así como "las 15 mejores #pancartasdemarchaporlavida":

"¿Embarazada de tu padre a los 13, luego que te violara mil veces desde los 8 y quieres abortar? ¡Delincuente!" "El producto de la violación sistemática de tu padre tiene más derechos que tú. Sorry flaca, aguántate pues". "Porque si no quieres hijos, no abras las piernas… ah, ¿qué dices?, ¿que te las abrieron? Bueno, igual". "Todo niño tiene derecho a no ser querido por sus padres". "El mototaxista que me violó tiene derecho a conocer a su hijo". "Defendemos al niño hasta que nazca, si sale gay le quitamos sus derechos". "¿Se le rompió el condón? ¿Los violadores no usan condón? Entonces, es buen cristiano. ¡Déjalo nacer!". "Sí a la vida. Pena de muerte para los abortistas." "Porque creemos en un país en el que los derechos reproductivos dependan de cuánta plata tienes". "¿Te violaron en una fiesta? ¡Quién te manda a fiestas, deberías estar en tu casa cocinando y limpiando". "Todo niño tiene derecho a que su padre sea también su abuelo". "¿Te violaron cuando estabas borracha? ¡Ahí está pues, para eso tomas, puta!" "Ten veinte hijos aunque no tengas plata para mantenerlos". "¿Te violaron? Dios sabe por qué hace las cosas."

Si esto no es estar cayéndose el mundo, pues está muy cerca. Asistir a la marcha, sin embargo, tal vez me hubiera quitado la lucidez intelectual necesaria para fijar mi posición contra el aborto como mejor sé hacerlo: Por escrito, en solitario, sin compañías, con lógica y con nombre y apellido.

No existe libertad si no existe vida. Vida humana. La libertad de decidir cualquier cosa, por ende, sólo es posible si tiene como sustrato la vida humana. Así, es un contrasentido que esa libertad se convierta en un derecho para extinguir su causa y, por ende, la propia libertad. El sentido común que mejor resume esto es "mientras hay vida hay esperanza". O sea, mientras hay vida hay la posibilidad de decidir.

Ya el suicidio es discutible en esos términos. Se trata, después de todo, de la libertad de elegir o no sobre la extinción de la vida propia. Sobre lo que ya no hay discusión es sobre la libertad de hacerse con la vida ajena. Más allá de cualquier consideración filosófica o religiosa, vida ajena es, para ponerlo científicamente, un ADN distinto al nuestro. Un ADN humano. El que crea tener el derecho de disponer de la vida ajena no es diferente a un tirano cuyo poder no es otro que el de la violencia. Es siempre un abuso que se ejerce contra el más débil. Y eso está mal.

En el sentido doméstico un tirano es el hombre que viola a una mujer. Es la "ley del más fuerte" que ejerce nauseabundamente su violencia contra el cuerpo y la voluntad del más débil. Si somos honestos intelectualmente y lo reconocemos ¿por qué no reconocemos también que la mujer violentada por débil termina, con el aborto, ejerciendo esa misma violencia contra una vida ajena más débil aún que la de ella? ¿Es eso justo? No; eso está mal.

Está mal porque, como la del violador, es una visión patrimonialista del ser humano que se convierte en una "cosa" sobre la que mi libre albedrío puede disponer a su guisa. ¿No se oponía a eso la liberación de la mujer?. Está mal porque es una visión racista en la medida de que la "cosa" no se parece a mí, es un "embrión" y, por lo tanto, puedo discriminarla hasta desaparecerla del mapa. ¿No repudian eso los DD.HH?

Son los eufemismos los que delatan el horror que se comete: "Déjala decidir" no es otra cosa que "déjala decidir si quiere expectorar una vida". ¿O no es de eso de lo que estamos hablando?

"El que salva una vida salva al mundo entero", dicen los judíos. ¿No está el mundo entero siempre en la vida por nacer? Salvar al mundo es pues salvar esa vida. De eso se trata la HUMANIDAD.