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¿Sanders o no Sanders?
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Una reciente carátula de la revista británica The Economist califica como “pesadilla”
la posibilidad de que la próxima elección presidencial en EE.UU. termine enfrentando al presidente Donald Trump con el senador demócrata –autoprocalamado socialista– Bernie Sanders.
Y es que Trump representa a la derecha antiliberal; Sanders a la izquierda ídem. Por eso el escenario resulta siniestro para quienes creemos en todas las libertades: económicas, políticas y sociales (o morales). Quienquiera que gane, entre esos dos, vulnerará algunas, y los liberales no creemos en que haya que sacrificar unas para garantizar otras.
Pero en la extrema polarización reinante azuza las escogencias binarias. Recientemente un amigo “progre” me increpó porque ante el dilema Trump versus Sanders dije que no sabía cuál era peor. O sea, para mucha gente moderada resulta hoy obvio que sacar a Trump de la Casa Blanca es un objetivo que podría justificar poner ahí a un abierto defensor de tiranos comunistas (Bernie elogia a Fidel y a Ortega).
Pero, como bien apunta David Brooks, columnista del New York Times –bastión histórico de los demócratas en el periodismo gringo—, lo cierto es que Sanders representa todo lo contrario a los valores progresistas precisamente por su condescendencia hacia lo peor de la izquierda. No hay que ser de derechas ni libertario pues, para abominar a Bernie, como no hay que ser de izquierdas (yo por cierto no lo soy) para rechazar a Trump.
Incluso si fuera cierto que Sanders es el único que puede evitar la reelección republicana (afirmación muy discutible), el costo en libertades sería tan alto que no puede afirmarse categóricamente que ese sea el mal menor.
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