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Un Senado sí, pero no así
“Si queremos volver a tener un Congreso bicameral, tendrá que ser uno moderno”.
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Cuando el presidente Vizcarra anunció que en el referéndum estaría la propuesta del retorno al bicameralismo, muchos nos emocionamos al pensar que el Perú volvería a tener un Senado que detenga la desenfrenada producción legislativa de los últimos años. Sin embargo, poco duró la emoción.
En 1993, el Congreso Constituyente Democrático (CCD) rompió con la tradición constitucional y estableció el unicameralismo con la mitad de los miembros del anterior Congreso, argumentando que, al eliminar el Senado y reducir la cantidad de parlamentarios, se reduciría el gasto y agilizaría la producción legislativa. Y, efectivamente, el Congreso se ha convertido en un deficiente e imparable productor de leyes que, la mayoría de las veces, ocasionan más gasto en su implementación que en tener más parlamentarios. Asimismo, contar con una sola cámara ha originado que el Ejecutivo funja como un Senado que examina las leyes aprobadas por el Parlamento y las devuelve al Pleno.
A pesar de que la propuesta de Vizcarra ha generado expectativa, resulta preocupante que se decida mantener el número de parlamentarios cuando el Perú es uno de los países con mayor subrepresentación de Sudamérica. Si bien el bicameralismo no es popular por la idea de mayor gasto, fue en 1993 cuando la planilla del Congreso empezó a incrementarse de manera grosera, aun teniendo menos parlamentarios que hace 26 años. Y, los que hemos ido al Parlamento, podemos comprobar que el cuidado del recinto es hasta vergonzoso para semejante gasto.
Si queremos volver a tener un Congreso bicameral, tendrá que ser uno moderno que se renueve por tercios y mitades, con un Senado que bloquee las leyes que nos cuestan millones, como la vez que evitó la nefasta estatización de la banca impulsada por Alan, el socialista.
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