Me imagino que Dina Boluarte y el Congreso deben estar rezando por una victoria de Trump, pues un nuevo gobierno republicano-trumpista no se comprará para nada el libreto de la caviarada y les dejará tranquilos hasta 2026, aunque hay que reconocer que la administración Biden no se ha metido mucho con este gobierno peruano; lo último es porque me imagino que el Perú no les importará mucho a los gringos con el mundo tan, tan revuelto, aunque la actitud del Partido Demócrata a menudo ha sido de indiferencia con Latinoamérica (los republicanos suelen interesarse mucho más por la zona). Un segundo gobierno de Trump hasta podría abrir la ocasión desde enero —mes en que asume la nueva administración— al Gobierno peruano para abandonar de una vez por todas a la Corte CIDH sin tener que soportar intensas presiones estadounidenses desde el siempre caviarón Departamento de Estado, como también desde el Senado, si es que los republicanos logran la mayoría en esta cámara (como se ve bastante factible). Además, con Trump de regreso en el poder las ONG peruanas perderían mucha fuerza en Washington, Gorriti ya no pesaría tanto y USAID dejaría de financiar tanta tontería woke y de darle tanta plata al ahora todopoderoso zar progresista Percy Medina de IDEA para que la reparta entre la caviarada local. Seguramente una segunda administración Trump se llevaría muy bien con la Argentina de Milei, con el muy posiblemente gobierno derechista chileno que relevaría al rojimio Boric tras las elecciones de noviembre de 2025 y le apretaría nuevamente las clavijas a la Cuba castrista, la Bolivia evoide y la Venezuela chavista, pues Biden aflojó ingenuamente la mano con estas tres dictaduras. En cambio, con Kamala Harris vamos a seguir con la misma política caviarona de los demócratas hacia Latinoamérica, con incluso cobardías como estas de Biden, de delegar ingenuamente en los rojimios Colombia y México la tarea de convencer a Maduro que deje el poder en lugar de tomar al toro por las astas.
