Han transcurrido 4 días y el congresista encargado de la presidencia de la República, José Jerí, continúa sin lograr formar un gabinete. Con un feble respaldo político y la desconfianza popular en expansión, lo peor es que en 24 horas el flamante mandatario tendrá su primera prueba de fuego.
Ese día se llevará a cabo una marcha de protesta de diversos colectivos locales que alzarán la voz con una única exigencia: su renuncia al cargo. Según los convocantes, el ascenso de Jerí al máximo cargo de la nación responde al pacto de las mismas fuerzas políticas que mantuvieron en el poder a Dina Boluarte, pese al rosario de cuestionamientos que arrastraba su gestión.
Una situación muy crítica, por cierto. No obstante, lejos de dedicarse desde el día uno al esfuerzo de conformar un equipo ministerial con predominio de técnicos y profesionales competentes, Jerí se ha comportado hasta ahora como si estuviese en campaña electoral. Como si la prioridad del país no fuera detener el avance del crimen, acelerar la economía y darle tranquilidad a la ciudadanía para que las próximas elecciones se realicen sin contratiempos. Y eso se hace solo con ministros responsables de ejecutar los planes.
Jerí parece estar convencido de que el ejercicio presidencial consiste básicamente en posar para las fotos durante actos públicos y en lanzar a diestra y siniestra promesas que jamás se cumplirán. La presteza con que le abrió las puertas de Palacio al alcalde de Pataz ha alarmado incluso a sus volátiles aliados. Este personaje, Aldo Carlos Mariños, como se sabe, intenta emular al golpista Pedro Castillo, en su fase de agitador del Sutep-Conare, para erigirse en actor político nacional a base de encabezar marchas y protestas.
Aparte de los consabidos ofrecimientos populistas, se vio a un presidente de la República sometido, prácticamente, a todas las demandas de sus beligerantes interlocutores. Hasta un jefe de ronderos parecía tener más autoridad que Jerí en ese intercambio, que el mandatario tuvo la poco prudente idea de transmitir en vivo por sus redes sociales.
Así, a la bajísima credibilidad del Ejecutivo y el Legislativo se suma ahora una nueva figura presidencial que, según sus propias palabras, prefiere poner “pausa” a la conformación del gabinete, pero a la vez llenar su agenda de reuniones y presenciar operativos en las cárceles. Esta semana será, a no dudarlo, una dura prueba para la democracia peruana.